Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
Es palabra del Señor
REFLEXION
Este pasaje del Evangelio de Juan nos revela el corazón mismo de Dios: su amor incondicional por la humanidad. “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único…” Estas palabras resumen la esencia del Evangelio: Dios no es un juez distante, sino un Padre que ama sin medida y que se da completamente para nuestra salvación.
La bondad de Dios se manifiesta en su deseo de que todos tengamos vida, y vida en plenitud. No envió a su Hijo para condenarnos, sino para empoderarnos, para poner la mirada en lo bueno de cada ser humano y así sacarnos de la oscuridad y llevarnos a su luz. Es un amor que no obliga, sino que espera con paciencia, ofreciendo siempre un camino de gracia y esperanza.
Cada uno de nosotros y de nosotras está llamado a responder a este amor: abrir el corazón a la luz o permanecer en las sombras. Pero aun cuando dudamos o caemos, la misericordia de Dios nunca se apaga. Su amor sigue brillando, esperando que nos dejemos iluminar.
Dios es siempre más grande que nuestras faltas y miedos. Su bondad es un faro que nos guía y nos invita a caminar en la luz, en la confianza de que su amor nunca falla.
¿En qué situaciones encuentro caminos abiertos donde parecía no haber salida?
¿Me vence el miedo o confío en que Dios me sostiene para testimoniar su amor?
¿Estoy recibiendo el amor incondicional de Dios con confianza o con dudas?
¿Cuáles son esos obstáculos en mi corazón que me impiden vivir plenamente? ¿Estoy dispuesta a enfrentarlos y superarlos?