En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Es palabra del Señor
REFLEXION
En este capítulo 11 del evangelio de Mateo, Jesús se manifiesta dolido por la falta de acogida y de reconocimiento de su mensaje. Y tras esa especie de desahogo, “estalla” en una acción de gracias incontenible, porque el Padre ha querido revelar “estas cosas” a los pequeños y no a los sabios y poderosos. Esos pequeños, que sin saber nada, son capaces de intuir y acoger la maravilla de Dios en la presencia y los gestos de Jesús…
E inmediatamente nos lanza una invitación, que escuchamos en la lectura de hoy: “Venid a mí”. En toda vida humana se hacen presentes el cansancio y el agobio, pero sin duda estos eran más hondos en los sencillos que escuchaban y acogían a Jesús. Su vida era particularmente difícil, y a la situación de pobreza había que unir la “carga” que suponía en aquel contexto el cumplimiento de una ley llena de preceptos que ni siquiera llegaban a conocer y que les convertían en “pecadores”.
Para ellos, y para cada uno de nosotros, Jesús nos anuncia que su carga y su yugo son ligeros, porque no suponen dominio, ni poder, ni opresión, ni exigencia, sino la oferta de una concepción de la vida que encuentra su sentido en un Dios que nos ama y que nos llama al amor. Esta realidad no va a suprimir las fragilidades y dificultades de la vida. Pero el amor, que tiene como condición esencial la libertad y no la obligación, es lo que nos permite descubrir y desarrollar la propia existencia en la búsqueda humilde del amor que se entrega.