El Adviento trae siempre rostros con los que identificar nuestro camino de fe. Son rostros clásicos del pasado (Juan Bautista, María, José, los profetas, etc.), que nos sugieren elevar la mirada y reconocerlos actuales en personas y situaciones del presente.
La espera y la esperanza identifican la sed de todos los hombres y mujeres a lo largo de los tiempos. En el fondo, el Adviento es una invitación a mirar de otra forma la realidad de siempre, reconociendo en ella las promesas de Dios, que siguen vigentes, y acogiendo los anhelos más profundos del corazón humano.
A ello nos invita el texto de Isaías, capaz de ver vida y futuro en el tronco que aparentemente está ya vencido y muerto. El Bautista nos empuja a volver al desierto, allí donde el agua del Jordán evoca conversión, exigencia y valentía para reconocer la necesidad de salvación que mueve nuestras búsquedas.



