Primera lectura
Lectura del libro de Isaías 11, 1-10
En aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago.
Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor. Lo inspirará el temor del Señor.
No juzgará por apariencias ni sentenciará de oídas; juzgará a los pobres con justicia, sentenciará con rectitud a los sencillos de la tierra; pero golpeará al violento con la vara de su boca, y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.
La justicia será ceñidor de su cintura, y la lealtad, cinturón de sus caderas.
Habitará el lobo con el cordero, el leopardo se tumbará con el cabrito, el ternero y el león pacerán juntos: un muchacho será su pastor.
La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león como el buey, comerá paja.
El niño de pecho retoza junto al escondrijo de la serpiente, y el recién destetado extiende la mano hacia la madriguera del áspid.
Nadie causará daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país del conocimiento del Señor, como las aguas colman el mar.
Aquel día, la raíz de Jesé será elevada como enseña de los pueblos: se volverán hacia ella las naciones y será gloriosa su morada.
Salmo
Salmo 71,1-2.7-8.12-13.17 R/. Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente
Es palabra del Señor
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 15, 4-9
Hermanos:
Todo lo que se escribió en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, a fin de que a través de nuestra paciencia y del consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza.
Que el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener entre vosotros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús, de este modo, unánimes, a una voz, glorificaréis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Es palabra del Señor
REFLEXION
1ª Lectura: Isaías (11,1-10): Recuperar el paraíso perdido
Otro maravilloso oráculo de salvación de Isaías abre las lecturas de este Segundo Domingo de Adviento. Es uno de esos tres oráculos mesiánicos (cf Is 7,1-17; 9,1-6) que caracterizan el libro del profeta de Judá y Jerusalén. Oráculos de muchos quilates que son tan propicios para levantar el alma de un pueblo en nombre de Dios y no de promesas falsas de los hombre prepotentes del este mundo. Nuestro texto es un poema que tiene dos partes, probablemente de origen distinto. Pero estas son cosas literarias que no van en perjuicio de la hermosura del poema y de su lectura unificada e incluso de que sea un poema posterior al exilio, cuando la monarquía está talada, desaparecida. El contexto anterior del mismo nos habla de un bosque destruido en el que han caído los árboles, el bosque de Judá; subsiste todavía un tocón, el de Jesé, el padre de David. De ahí, Dios hará retoñar la vida nueva para el pueblo, para Jerusalén. Hace falta verdadera iluminación profética para saber ver y prever lo que los hombres normales no sabemos contemplar o esperar. Los profetas sí, por ello los necesitamos siempre, y eso que para nuestra instalación en la cosas de siempre no pueden resultar complacientes.
Pero esa vida nueva, precisamente por ser nueva, estará fundamentada en los valores que los reyes de Israel y de Judá no habían sabido trasmitir hasta ahora. La situación que se detalla es, en cierta manera, paradisíaca y bucólica, porque se recurre a la naturaleza y a los animales. Y todo, porque se describe un país que está lejos de una cosa muy importante: "el conocimiento de Dios". Efectivamente, el " daat Elohim " es un término decisivo en la teología profética. No olvidemos que conocer, aquí, no tiene el sentido de "gnosis" o conocimiento intelectual, sino el sentido bíblico de yd' y el daat Elohim de los profetas (Os 4,1.6; 5,4; 8,2 ; Jr 2,8; 4,22; 9,2.5 en oráculos de amenaza o bien de salvación: Os 2,22; Jr 31,34 o Is 28,8) experiencia de Dios, de lo santo; o la misma experiencia del amor entre hombre y mujer). Por eso "conocer a Dios" es reconocerlo, reconocerlo, intimar con él de verdad, buscarlo y anhelarlo.
Porque lo que el profeta quiere refrendar es que no hay justicia, ni paz, ni felicidad para los pobres y parias, porque al mundo le falta la "experiencia de Dios". Desde luego la experiencia de ese Dios del que Isaías fue portavoz radical. Incluso se va más allá de la imagen mítica del paraíso, aunque es eso lo que se quiere recuperar también de una forma real y espiritual en el oráculo; allí faltó a la humanidad el conocimiento de Dios, la sabiduría para saber depender de Dios sin necesidad de entenderlo como esclavitud y esa es la situación que desde entonces arrastra la humanidad: Dios es el futuro del hombre, de los reyes, de los pueblos, de la pareja, de la familia, del hombre y de la mujer. Con el conocimiento de Dios (un conocimiento de amor), se nos quiere decir, buscamos sabiduría, fortaleza, valor; y trae la justicia para los más pobres. Se habla, pues, de un rey, que no necesita poder para destruir y valor para restaurar la armonía y la paz. Esa paz mesiánica que se convierte en santo y seña de los profetas y de este tiempo de Adviento.
IIª Lectura: Romanos (15,4-9): Perseverancia y consuelo
Nuevamente en este domingo, en la carta a los Romanos, Pablo hace referencia a las Escrituras, en este caso al Antiguo Testamento, para que de ellas podamos sacar unas consecuencias inmediatas: perseverancia y consuelo. Son dones que proceden de Dios. Perseverancia, porque hay que tener en cuenta que Dios no falta a su alianza y a sus promesas; ha prometido un mundo mejor, nuevo, justo, (sería en este caso la promesa de la primera lectura de Isaías) y si perseveramos en fiarnos de esa promesa, la verán nuestro ojos.
Consuelo, porque cuando verificamos lo lejos que estamos de ese estado ideal y casi olímpico; la actitud cristiana no puede ser la desesperación; debemos consolarnos porque algo absolutamente nuevo nos viene de parte de Dios. Y el Adviento es un tiempo propicio para ello. El ejemplo que propone es Cristo, servidor de judíos y paganos, de magnitudes irreconciliables, de mentalidades opuestas. Cristo es el futuro de todos los hombres. Este ideal no puede perderse para los seguidores del evangelio, para las comunidades cristianas que viven en cualquier parte del mundo. El Adviento es un tiempo ideal, es su idiosincrasia, porque es un tiempo de promesas que adelantan un futuro de lo que un día debe ser lo que Dios ha querido para toda la humanidad.
