Es palabra del Señor
REFLEXION
El pasaje de este evangelio tiene su precedente en la expulsión de los mercaderes del templo. Ese gesto profético de Jesús ha provocado una reacción de los sacerdotes y ancianos que quieren ponerlo en un aprieto. Es lo que explica la pregunta insidiosa que le hacen.
Como en otras ocasiones Jesús sale airoso ante la maldad de estos “sacerdotes y ancianos”. El dilema que les presenta los hace retroceder con una respuesta definitiva: no sabemos. Con ello se repliegan esperando una ocasión mejor, donde seguir con su plan perverso de acabar con su vida.
La actitud altanera y orgullosa de estos hombres contrasta con la enseñanza de Jesús.
Él ha dado gracias al Padre porque ha escondido el misterio de la salvación a los sabios y entendidos y lo ha revelado a la gente sencilla (Mt. 11,25). Por eso, la actitud prepotente de estos adversarios le lleva a proponerles una pregunta sobre Juan, a fin de que tomen una decisión.
Ellos se ven obligados a reflexionar sobre su propia actitud equivocada frente al mensaje que Juan traía. Es claro que Jesús no pretende ofrecer una salida fácil a la cuestión planteada; Jesús, como siempre, quiere ofrecer un camino de salvación a quien esté dispuesto a recibirlo con humildad y sencillez. Por eso, pide decidirse ante la figura de Juan el Bautista y ser consecuente con su propuesta. La reacción negativa de sus contrincantes manifiesta su mala voluntad. Jesús se niega a seguir dilucidando con quienes se niegan al diálogo/propuesta de salvación.
Jesús había definido a Juan como el más gran de los profetas, “el mayor nacido de mujer”. Si ellos lo desconocen no es extraño que rechacen su oferta salvadora.
Como en otras ocasiones, el evangelio nos está exigiendo confrontar nuestras opciones de cada día con el mensaje de Jesús. Él está pidiendo coherencia con su mensaje salvador, por esos sus palabras desenmascaran nuestras preocupaciones y nos piden tomar decisiones claras ante Dios. No es bueno rehuir, como los ancianos y fariseos, las respuestas a lo que Jesús propone.
¿Cuál es mi actitud ante la Palabra de Dios: vivo desde la humildad y la sencillez o rehúyo plantearme sus propuestas, desde la comodidad y la abulia?
¿Qué fuerza tiene en mi vida el evangelio de Jesús?



