Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”.
Pero la sabiduría se ha acreditado por sus obras».
Es palabra del Señor
REFLEXION
Una vez concluido el discurso misionero (Mt 10), Mateo escribe una sección en la que recoge las reacciones que suscita el ministerio de Jesús y de sus discípulos. El evangelio de hoy nos sitúa en un contexto de cerrazón por parte del pueblo de Israel. El evangelista vincula de nuevo a Jesús con el Bautista, cuya pregunta acerca de su mesianismo hecha a través de los enviados de Juan (Mt 11,2-3), resuena aún en el ambiente.
En el texto anterior, Jesús se dirigía al gentío, sin embargo, ahora se refiere a “esta generación”, expresión que en el primer evangelio tiene un sentido negativo (Cf. Mt 12,39.41.42.45), generalmente de juicio. Aquí la nota distintiva que define a “esta generación” es la indiferencia: les da lo mismo el camino de Juan que el de Jesús, pues rechazan a ambos.
Una segunda interpretación sería más bien lo contrario: es esta generación la que interpela a Jesús y a Juan a jugar y bailar al son de sus músicas o de sus lamentos, pero ni uno ni otro se dejan enganchar por ellos.
También podríamos considerar que “esta generación” de la que habla Jesús, no sabe lo que quiere ni lo que necesita. Pide una cosa y la contraria sin involucrarse, sin implicarse en serio en un camino de conversión.
La segunda escena pone en paralelo la figura de Juan y la de Jesús. A ello contribuye que el autor usa el mismo verbo, “venir”. Un verbo que ya se había utilizado para definirles a los dos: a Jesús como “el que viene detrás de mí es más fuerte que yo” (Mt 3,11); y a Juan como el Elías “que tenía que venir” (Mt 11,14). Tanto comer y beber como dejar de hacerlo, no le parece bien a esta generación. De la ascesis de Juan sacan la conclusión que tiene un demonio dentro (v. 18). En cambio, de la actitud de Jesús deducen que es un comilón y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores (v. 19).
Todo el relato pone de manifiesto la resistencia de Israel para convertirse y el evangelista cierra el texto con un versículo de corte sapiencial: “pero la sabiduría se ha acreditado por sus obras” (v. 19). De la misma manera que Jesús respondió a la pregunta de Juan, mientras éste estaba en la cárcel, remitiendo a las obras (Mt 11,3), ahora vuelve a subrayar que son sus obras las que muestran la sabiduría que viene de Dios.
¿Qué hace falta para que me convierta al Señor?



