Hoy domingo 22 la Iglesia Católica celebra la solemnidad de Cristo Rey, celebración con que termina el Tiempo Ordinario de nuestra Iglesia y marca en inicio del Tiempo de Adviento, período en el cuál preparamos en Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, son aproximadamente 4 semanas en las cuales debemos prepararnos para la Navidad.
Esta celebración
se instauró hace menos de 100 años, luego de la Primera Guerra Mundial, en
medio del crecimiento del comunismo en Rusia y con ocasión del 1600 aniversario
del Concilio de Nicea (año 325). Lo
hizo el papa Pío XI en 1925, a través de la encíclica Quas Primas.
Porque si a Cristo
nuestro Señor le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; si los
hombres, por haber sido redimidos con su sangre, están sujetos por un nuevo
título a su autoridad; si, en fin, esta potestad abraza a toda la naturaleza
humana, claramente se ve que no hay en nosotros ninguna facultad que se
sustraiga a tan alta soberanía. Es, pues, necesario que Cristo reine en la
inteligencia del hombre, la cual, con perfecto acatamiento, ha de asentir firme
y constantemente a las verdades reveladas y a la doctrina de Cristo; es
necesario que reine en la voluntad, la cual ha de obedecer a las leyes y
preceptos divinos; es necesario que reine en el corazón, el cual, posponiendo
los efectos naturales, ha de amar a Dios sobre todas las cosas". (Quas
Primas, 34)
Durante el anuncio
del Reino, Jesús nos muestra lo que éste significa para nosotros como
Salvación, Revelación y Reconciliación ante la mentira mortal del pecado que
existe en el mundo. Jesús responde a Pilatos cuando le pregunta si en verdad Él
es el Rey de los judíos: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese
de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos;
pero mi Reino no es de aquí" (Jn 18, 36). Jesús no es el Rey de un mundo
de miedo, mentira y pecado, Él es el Rey del Reino de Dios que trae y al que
nos conduce.