Este domingo 10 celebramos el Bautismo del Señor, fiesta que cierra el ciclo litúrgico de Navidad. Esta fiesta no se centra en un "aniversario" de la vida de Jesús; es la celebración del momento en que se revela que Jesús es el "Hijo muy querido" del Padre y en la versión de San Lucas, que nos acompaña este año, la revelación la recibe el mismo Jesús: "Tú eres mi hijo muy querido".
Cuando Jesús entra en las aguas y Juan baña su cabeza, son sumergidos todos los pecados de los hombres. Las aguas limpian el cuerpo, y por eso son tomadas como símbolo de la limpieza de las almas que se arrepienten ante Dios de sus pecados.
Al salir Jesús del agua sucede el gran acontecimiento: Dios se manifiesta, "Inmediatamente después de ser bautizado Jesús salió del agua; y he aquí que se le abrieron los Cielos, y vio al Espíritu de Dios que descendía en forma de paloma y venía sobre él, y una voz que decía; Este es mi hijo el amado en quién me he complacido, (Mt).
La paloma simboliza el Espíritu, Jesús es ungido por el Espíritu, Jesús es así el Cristo, el nuevo rey del reino del Padre. Por eso "Jesús lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto". Comienza su vida de Ungido por el Espíritu que le lleva a los mas alejado del paraíso, al desierto, donde se mortifica, reza y sufre la tentación de Satanás.