En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
Es palabra del Señor
REFLEXION
La Palabra de Dios nos muestra otro escenario en el que una mujer ha sido sorprendida en adulterio. Los fariseos aprovechan la ocasión para entablar el juicio contra la mujer y de paso con el «Mesías», con el cual no comulgan. Como se suele decir; «matar dos pájaros de un tiro». Y, de este modo, seguir con su conducta de corrupción, de cumplimiento falso de leyes y preceptos que no humanizan, que no dan plenitud, sino que esclavizan. Toda una trama de acciones turbias que de alguna manera justifican con la ley. Los fariseos, amparándose en la ley, traen ante la presencia de Jesús en el Templo a una mujer, con la intención de que el Mesías, de su veredicto respecto del caso de adulterio. Llevan de alguna manera el caso al Dios de Jesús, para ver, qué planteamiento es el que aplica según el código de preceptos e interpretaciones de la ley, que solían hacer las distintas escuelas rabínicas del momento. Como en su día, hace Jesús, fusionando los mandatos en el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Por ello, en esta escuela de la misericordia de Dios, el salmo 129, arroja bastante luz, sobre la escena. Jesús, está escribiendo en la arena, y no sabemos muy bien lo que redacta. Pero ese salmo dice: «Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?» (Sal 129) ¿Quién puede mantenerse inocente ante la presencia del que es todo Santo? Sí la fragilidad humana nos lleva en más de una ocasión a tropezar y a caer bajo el pecado de nuestras acciones. Por tanto, la respuesta de Jesús es magistral: que cada uno revise sus acciones y que no esté pendiente de los errores de los demás. Mira primero tus faltas de coherencia, fidelidad, amor, honestidad, y luego podrás dedicarte a otros menesteres. Pero el juicio le toca a un Dios que es «Amor», que conoce, sondea los corazones, que sabe la intención y que de Él procede el perdón, por ello, yo puedo acercarme al Dios que me presenta Jesús, como un Padre que es misericordioso y que le importa por encima de todo el valor de la persona humana, no la gravedad del pecado. Esto no quiere decir, que entonces yo puedo hacer lo que quiera. No, de ninguna manera. Es otra cosa que no entienden los fariseos cristianos, que yo experimentado el abrazo del amor de Dios en mi vida, inmerecido, porque soy ruin, y quiero vivir en la clave que me presenta Jesús: «cada vez que obraste con amor misericordioso con uno de estos pequeños lo hiciste conmigo». De este modo, caen las piedras de la ley de la mano de los fariseos y se ablanda el corazón insensible al darse cuenta de que todos necesitamos que Jesús tenga compasión de nuestras faltas de amor. | ||
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