En aquel tiempo, Jesús dijo a uno a de los principales fariseos que lo había invitado:
«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».
Es palabra del Señor
REFLEXION
Jesús, está anunciando la novedad del Reino de Dios en el contexto judío. Las primeras pinceladas del capítulo catorce nos presentan dos realidades en las cuales no coinciden los fariseos y Jesús. El sábado y la necesidad de trabajar la humildad: el puesto importante en los banquetes y que te llamen maestro. Por ello, para percibir mejor la esencia del texto deberíamos tratar de comprender la pedagogía de Jesús sobre el plano del Reino de Dios.
La sociedad y la vida ordinaria ocupan un plano importante en el texto que se va a enfrentar a la dimensión de la bienaventuranza en la resurrección de los justos. La vida eterna. Por ello, esos serían los dos escenarios en los cuales se desarrolla toda la cuestión. El hilo conductor del texto para enfrentar estas categorías es un banquete. Esa realidad de banquete, desde la clave de la sociedad judía del momento, nos puede ofrecer información sobre la ley de la comensalía: «He entrado en tu casa y no me has dado agua para los pies. Tú no me diste el beso de paz. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento» (Lc 7,44-46). Para aquellos invitados que tienen cierta categoría, que son familiares, amigos, funcionan esas claves que muestran una cortesía hacia personas relevantes. Sin embargo, Jesús, da un vuelco total a este planteamiento para contraponer la realidad del Reino.
El banquete que tiene sentido es aquel que está presidido por invitados que no pueden corresponder a esa invitación. A los que se les anuncia la Buena Noticia y que Dios tiene cierta predilección sobre ellos. Los invitados pobres, lisiados, cojos y ciegos, hablan de otra categoría que está oculta a los ojos de todas las sociedades. Por ello, en esta nueva condición de la que habla Cristo nos lleva a reflexionar sobre la totalidad de la gratitud con la cual debemos vivir los seguidores de Jesús. Una actitud que nos habla de no esperar nada a cambio, de hacer las cosas desde lo profundo del corazón, desde la realidad del amor que sustenta la vida evangélica.
Servicio y amor en este nuevo banquete son el trampolín que nos lleva a la bienaventuranza, a una vida colmada de sentido. La pobreza de que algún comensal no pueda corresponder al gesto de agasajarlo con una comida, se ve recompensada con eso de que tú Padre, que ve en lo escondido de tu corazón, te lo pagará. Es el premio de la vida eterna, de la que no se habla mucho en esta sociedad, sin embargo, es esencial para el cristianismo. Aquel banquete de las bodas del Cordero en el que Jesús quiere sentar a sus amigos.



































