Pero es necesario que camine hoy y mañana y pasado, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén”.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!
Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, y no habéis querido.
Mirad, vuestra casa va a ser abandonada.
Os digo que no me veréis hasta el día en que digáis: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”».
Es palabra del Señor
REFLEXION
Lucas, compañero de Pablo, lo que busca es recoger tradiciones seguras que le permitan reconstruir el sentido profundo de la vida del Maestro.
El Evangelio es ante todo un conjunto de relatos que nos exponen una forma de vida, una praxis. La teología que aprendieron los discípulos de Jesús y que transmitieron a las futuras generaciones, en las que estamos nosotros, no fue una teología aprendida en clases impartidas por doctores. La teología, que el Evangelio nos transmite, y que es la teología a partir de la cual nosotros podemos ser cristianos, es la que los apóstoles aprendieron “siguiendo a Jesús”. O sea, viviendo con él y como él.
El poder religioso y político fueron los primeros que se dieron cuenta de que lo que decía, hacía y vivía Jesús de Nazaret, era una amenaza para los dos poderes. Históricamente es muy posible la noticia que le dan los fariseos a Jesús, pues a los ojos del tetrarca él era tan peligroso políticamente o más que su precursor Juan el Bautista y que Herodes, quería acabar con el movimiento profético de Jesús.
Pero su adversario real, es Jerusalén, la ciudad que siempre rechazó el mensaje de los profetas. Jesús traía malestar a las autoridades y entusiasmo al pueblo, pues sus palabras y acciones carismáticas les hacía sentir la protección de Dios, con la entrañable imagen de la gallina madre que cubre con sus alas a sus hijos de forma que, prefiere morir ella en las garras de las grandes aves rapaces, antes que abandonar desamparados a sus polluelos (salmo 57,2), es una de las más impresionantes metáforas del cariño maternal del Dios que Jesús nos reveló.
Cuando habla de “vuestra casa” se refiere al Templo y la ciudad que quedarán sin protección. Amenazante oráculo de castigo común entre los profetas y “no me volveréis a ver… el que viene en nombre del Señor”, como dice el Sal.118,26 y que alude a la entrada triunfal en Jerusalén.
Lucas nos vuelve a recordar hoy, ante situaciones tan adversas, que mantener la esperanza es vital para sentirse protegida, amparada y defensora de la vida humana y del planeta.



