Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga.
Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y estaba encorvada, sin poderse enderezar de ningún modo.
Le impuso las manos, y enseguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios.
Al decir estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba por todas las maravillas que hacía.
Es palabra del Señor
REFLEXION
La curación de una mujer sometida a 18 años de enfermedad que narra hoy Lucas, tiene dos claves centrales de enseñanza.
Una cómo la misericordia y la compasión con el que sufre está por encima de cualquier otra consideración. El dolor de alguien ha de movernos con la urgencia de buscar cómo sanar, cómo cuidar, qué hacer para tratar de curar el dolor de quien nos sale al encuentro. La compasión, la misericordia, nos urge como cristianos, debería ser el motor que nos haga actuar. No es una mera “conmiseración” emocional sino ha de ser un motor que nos empuje a actuar. La compasión con quien sufre si no se transforma en acción, no es compasión cristiana.
Y la otra enseñanza es la crítica profunda a la absolutización de las normas por encima de las personas, que hace Jesús a los jefes de la sinagoga. Hay una carga de profundidad al modelo religioso del judaísmo de su tiempo en ese grito de “hipócritas” que lanza… que tendremos que preguntarnos si en algo nos interpela también a nosotros aún. Una crítica a la comprensión de la relación con Dios desde la legalidad del cumplimiento que antepone la norma a la persona, y que tiene la imagen de Dios de un juez legalista, un amo de esclavos que ordena y sólo nos queda cumplir, y que olvida que Dios es sobre todo un padre de amor.



