En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Es palabra del Señor
REFLEXION
En el evangelio de hoy se pueden distinguir dos partes: una pregunta y una parábola.
La pregunta dirigida a Jesús es sobre la causa de la muerte repentina de los galileos y de los que murieron en Siloé. En tiempos de Jesús se creía que las desgracias, como el sufrimiento, la enfermedad o accidentes que llevan a la muerte eran consecuencias del pecado.
Cuando le preguntan la causa de estas muertes, responde que no fue porque tuvieran una culpa mayor que la de sus compatriotas, sino que esas muertes son una llamada a la conversión, pues la vida de todos puede acabar en cualquier momento. La urgencia del arrepentimiento (“si no os convertís, todos pereceréis lo mismo”) no es una amenaza, sino una advertencia: el tiempo de Dios es ahora, y la misericordia exige una respuesta libre y decidida.
En la parábola de la higuera estéril Jesús también urge a la conversión: Dios ha dado un tiempo de gracia suplementario y también da medios (labranza, estiércol) para que dé fruto. En su bondad y misericordia, y en atención a la intercesión del viñador, Cristo, Dios alarga el tiempo de gracia para que se produzca la conversión. Pero el hombre no debe abusar de la paciencia de Dios, debe aprovechar ese tiempo de gracia para cambiar de conducta y dar el fruto que se espera de él. La paciencia no anula la responsabilidad: si permanece la esterilidad, habrá consecuencias
Siempre tenemos una oportunidad, siempre Dios nos está abonando para que tengamos buenos frutos, pero también depende de nuestra libertad que los demos.
No esperemos a “arreglárnoslas mañana”: la llamada es hoy. Que nuestra vida no sea una higuera estéril, sino un árbol que dé fruto abundante para gloria de Dios y servicio de los hermanos.



