En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Si alguno de vosotros tiene un amigo y viene a medianoche para decirle: «Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle».
Y, desde dentro, el otro le responde: «No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados: no puedo levantarme para dártelos».
Si el otro insiste llamando, yo os digo que si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues así os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide, recibe, quien busca, halla, y al que llama, se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra?
¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?
Es palabra del Señor
REFLEXION
Qué fácil nos resulta ayudar a alguien que queremos, que es importante en nuestra vida. A veces, por desgracia, nos movemos rápido para ayudar a alguien si con esa ayuda conseguimos algún beneficio.
De la misma manera sabemos encontrar pronto excusas para librarnos de aquellas personas con las que no tenemos mucha afinidad, que nos molestan o nos piden las cosas a destiempo, aludiendo cualquier cosa para quedarnos tranquilos desde nuestra conciencia.
Preferimos echar la mirada a otro lado, porque “ojos que no ven, corazón que no siente”, muy sabio el refrán, seguimos nuestro camino para no sentirnos interpelados por las realidades con las que nos cruzamos en la vida, pero no podemos vivir todo el día con las orejeras puestas, mirando al suelo para no sentirnos comprometidos, poniéndonos gafas de sol para que no descubran que hemos visto el problema y no nos paramos a ayudar.
Debemos ir a cara descubierta, asumiendo nuestras acciones, siendo conscientes de lo que ocurre a nuestro alrededor y sabiendo que, si seguimos de largo, no nos hará falta que los demás nos miren como personas egoístas e insolidarias, porque en realidad, seremos nosotros mismos, sin necesidad de mirarnos al espejo, los que nos digamos que no hemos actuado bien.
Si con los que más queremos somos capaces de hacer el ciento por uno, deberíamos plantearnos que, aunque no fuera más, con aquellos que no queremos tanto, podremos hacer el uno por ciento. La recompensa será siempre mucho mayor, por estos últimos que por los que nos devuelven siempre lo que hagamos.
¿Vas mirando al suelo para no cruzarte con la realidad? ¿Buscas excusas para no tener que pararte y sentirte comprometido? ¿Qué pasaría si quien necesita ayuda eres tú?