Es palabra del Señor
REFLEXION
El breve pasaje evangélico que nos ofrece hoy la liturgia es una nueva invitación a pasar de la lógica y los criterios de este mundo a los de Dios. Se trata de dar un salto cualitativo. No pretende que despreciemos lo humano, sino que vivamos y contemplemos las cosas de aquí desde la óptica de lo divino.
El halago que Jesús escucha es cierto y oportuno, pero Él lo eleva a otro nivel. No corrige porque sea una falsedad, sino porque se queda corto, con unas miras demasiado mundanas. Claro que le gusta escuchar que bendicen a su madre, pero la mera maternidad biológica es nada en comparación con su santidad: la esclava del Señor; la que escucha la Palabra y deja que se cumpla en ella. Como ya dijo san Agustín: «significa más para María haber sido discípula de Cristo que haber sido madre de Cristo». (San Agustín, sermón 72 A).
Así nos invita Jesús a la conversión del corazón y de la mirada. Para que dejemos de aspirar hacia metas, medallas y logros meramente humanos y pasemos a vivir según el Espíritu. Que renunciemos a las categorías de este mundo para asumir las suyas. Que dejemos de vivir desde lo aparente, que atrae la admiración de los demás, a la auténtica grandeza interior del discípulo que vive en su Presencia: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él, y haremos morada en Él» (Jn. 14, 23).