Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
Es palabra del Señor
REFLEXION
En el evangelio de hoy prosiguen el enfrentamiento y los conflictos entre Jesús y los fariseos. Jesús no puede ya callar su propia identidad. A la referencia sobre Abrahán, Jesús añade un nuevo tema que va a herir el orgullo de los que se sentían buenos judíos. Él afirma con cierta solemnidad “En verdad, en verdad os digo: el que guarda mi palabra no probará la muerte jamás”. Jesús ofrece la vida eterna y la coloca en relación con la aceptación (escucha y práctica) de su Palabra.
Para un fariseo escuchar a Jesús que puede rescatarnos de la muerte, no puede admitirlo, porque, ¿quién tiene poder sobre la vida y la muerte?, para ellos como para nosotros: solo Dios. Si solo Dios tiene este poder, solo queda hacerle una pregunta sobre su identidad: ¿quién eres Jesús? Para ellos, o es Dios o está endemoniado. Dios no es, ellos conocen la Ley y los Profetas, saben interpretarlos. Pero han llegado a confundir de un modo lamentable la letra con el espíritu, la ley con la vida. Se sienten herederos de Abrahán, dueños absolutos de su fe. Conservarlas literalmente era el mejor modo de compaginar la fidelidad a Dios con su propio afán de poder y dominio, ellos eran los guardianes de su cumplimiento. Esta mezcla les ha hecho ciegos. Con esta mirada, los fariseos no les queda más que afirmar, que está poseído por un demonio y deben deshacerse de él. ¿Qué mejor pretexto para encontrar la forma de matarlo? ¡Llevan tanto tiempo buscando…!
Pero aún no ha llegado su hora, y Jesús vuelve a responder presentándose en relación al Padre, a quién él conoce y por quien es enviado a anunciar la palabra. Y su anuncio es contundente: “Vuestro padre Abrahán se regocijo pensando en ver mi Día: lo vio y se alegró”. Esta respuesta, encendió su cólera y volvió la discusión. ¡Quién se creía que era para osar compararse con el gran profeta Abrahán! Vemos que ellos siguen sin entender, y nosotros, ¿entendemos?
Jesús no se queda tranquilo, quiere como hizo con los judíos, llevarnos más lejos y al finalizar este discurso, nos deja una última respuesta: “En verdad, en verdad os digo: antes que Abrahán existiera, Yo soy” ¡Qué gran revelación! Los judíos rechazan la luz. ¡Qué oportunidad perdida! Ojala demos nosotros con ella y nos preparemos con autenticidad a vivir generosamente esta semana Santa.
Quizás Jesús hoy nos haga la misma pregunta en forma de queja con su respuesta que el evangelio de Juan escribe en versículos anteriores (v 43) ¿Por qué no entendéis (conocéis) mi lenguaje?
Estamos invitados a buscar nuestra respuesta.