En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.
Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.
Y muchos creyeron en él allí.
Es palabra del Señor
REFLEXION
En el episodio de hoy, cuando buscan apedrearle “porque tú siendo hombre, te haces Dios”, Jesús se defiende acudiendo a sus obras. Las obras prodigiosas que nadie ha podido realizar no las hizo por pura milagrería y para impresionarnos con su poder. En todo, también en estas sus obras, fue buscando que le creyésemos que era el Hijo de Dios y… si es el Hijo de Dios no hay más remedio que hacerle caso. Que hacerle caso cuando nos dice que nos quiere hasta el extremo y hacerle caso cuando nos señala el camino que nos lleva a la vida. Si es el mismo Hijo de Dios el que nos ama, el que nos habla, el que nos ilumina… ¿cómo podemos rechazarle y… matarle? Vuelve la idea del posible rechazo a Jesús, el Hijo de Dios. Idea y realidad que se han repetido desde el siglo primero hasta nuestros días. Algo que San Pablo no podía entender: “Oh insensatos gálatas! ¿Quién os fascinó a vosotros, ante cuyos ojos fue presentado Jesucristo crucificado”?