31/12/24

MIERCOLES 01 DE ENERO : SOLEMNIDAD DE SANTA MARIA MADRE DE DIOS

 





Seguimos en tiempo de Navidad, estrenando un Año Santo de gracia para fortalecer y compartir la Esperanza.

El Jubileo de 2025, según el Papa Francisco, podrá ser un signo de Renacimiento, y de Confianza, de Paz y bendiciones para todos, como Peregrinos de Esperanza, pero sin perder de vista tantos vacíos y sufrimientos de nuestro mundo, que sólo puede llenar Dios. Hay un hueco con forma de Dios en el corazón humano, que sólo lo puede llenar El (Pascal).

Pablo VI, con la Fiesta de María, Madre de Dios, puso de manifiesto el vínculo del Nacimiento de Cristo con la Maternidad de María. Desde María,  Madre de Dios, contemplamos hoy el Misterio central del Nacimiento del Verbo, en la humildad de nuestra carne, con el deseo de hacerlo nuestro como ella.

María es conocida por todos como la Madre de Jesús, pero ¿cómo es que la Iglesia católica le dio el título de Madre de Dios?.  Porque en ella la Palabra se hizo Carne y acampo entre los hombres el Hijo de Dios, príncipe de la Paz, cuyo nombre, Salvador,   está por encima de todo otro nombre.

Esta Fiesta de María, Madre de Dios, nos ayuda a acoger hoy la Palabra como ella en el corazón, y entregarla hecha vida en la fe. El Hijo de Dios se hizo hombre naciendo como todos, de una mujer, marcado por la fragilidad y la debilidad inherentes a toda carne, que Jesús hizo suyos. Por eso, El es el ancla de nuestra esperanza.

En este día en que el Papa abre la puerta  de la Basílica de Santa María la Mayor a todos  los peregrinos de la Esperanza, nos abrimos  nosotros en oración,   a la Misericordia y la Caridad  de la Salvación para todo el año.

Fray José Antonio Segovia O.P.
Real Convento de Santo Domingo de Scala Coeli

EVANGELIO MIERCOLES 01-01-2025 SAN LUCAS 2, 16-21 OCTAVA DE NAVIDAD




En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.

Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.

Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

                                    Es palabra de Dios

REFLEXION

 Hoy se nos propone la continuación del relato del nacimiento de Jesús, que se leyó la noche de Navidad, que se compone de tres partes (1ª vv.1-6; 2ª vv. 7-14; 3ª vv. 15-21). Nos permitimos señalar que esta tercera parte del relato de Lucas tiene un cierto sentido por sí mismo, en cuanto muestra la respuesta humana al momento anterior que es todo él mítico, revelador, divino, angelical y extraordinario. Los pastores ¿qué harán?, ¿buscarán al Salvador?, ¿dónde?, ¿es suficiente el signo que se les ha dado? ¡Desde luego que si!, lo buscarán y lo encontrarán. Pero lo buscarán y lo encontrarán con el instinto de los sencillos, de los que no se obsesionan con grandezas; diríamos que lo encontrarán, más bien, por instinto profético. El narrador no deja lugar a dudas, porque quiere precisamente mostrar la respuesta humana al anuncio celeste. Los pastores se dicen entre ellos algo muy importante: «lo que nos ha revelado el Señor”. Y se van derechos a Belén, ¿a Belén?, ¿era esa acaso la ciudad de David? Sí; lo fue, pero ya no lo era de hecho, porque Jerusalén había ganado la partida. Pero como por medio está el anuncio del Señor, recuperan el sentido genuino de las cosas. Y van a Belén, de donde procedía David, para “ver” al Mesías verdadero. Es verdad, todo es demasiado ajustado al proyecto teológico de Lucas, que quiere poner de manifiesto el designio salvador de Dios.

 Los pastores, al llegar, encontraron el “signo”, aunque algo distinto: encontraron a sus padres, de lo que no había hablado la voz celeste. Podría pensarse o podrían pensar que encontrarían un niño abandonado, pero no; están sus padres con él. Y ya no se mencionan los “pañales”, sino el niño acostado en un pesebre. Lo más curioso de todo esto es que los pastores son los que vienen a interpretar el hecho a todos los que lo escuchan. Son como los intérpretes del mensaje que han recibido del cielo. No podemos menos de considerar que la escena es muy formal desde el punto de vista narrativo. ¿Por qué? Porque Lucas quiere que sean precisamente estos pastores, de fama canallesca en aquellos ambientes religiosos, los que anuncien la alegría del cielo a todo el pueblo. Eso es lo que se dijo en el v. 10 y el encargo que se les encomienda: tienen que aceptar el “signo” e interpretarlo para todo el pueblo. ¿Serán capaces? Si no hubieran sido los pastores, probablemente la alegría le habría sido birlada al pueblo sencillo. Pero los pastores, en este caso, son garantía de la inculturación del mensaje divino en el pueblo sencillo.

 Hasta María se asombra de esta noticia!, como si ella no supiera nada, después de lo que le había “anunciado” (que no confidenciado) Gabriel. No obstante, Lucas quiere ser solidario hasta el final. María también es del pueblo sencillo que, de unos extraños pastores, sabe recibir noticias de parte de Dios. Y las guarda en su corazón. Dios tiene sus propios caminos y de ahora en adelante veremos a María “acogiendo” todo lo que se dice de su hijo (como en el caso de Simeón y Ana) y lo que le dice su mismo hijo al dedicarse a las cosas que tiene que hacer y anunciar, desde el momento de la escena de Jerusalén en el templo. Dios está escondido en este “niño” y los pastores lo reconocen y alaban a Dios. ¡Quién iba a decirlo!.

 El relato termina con el v. 21 donde lo más importante y decisivo es poner el nombre del niño; la circuncisión pasa a segundo plano. Un nombre que no es cualquier cosa, aunque no sea un nombre original, ya que el de Jesús es bien conocido (es versión griega del hebreo Josué). Pero como en la Biblia los nombres significan mucho, entonces el que se le ponga el nombre que se le había anunciado, y no el que María elige, quiere decir que acepta, más si cabe, que este niño, este su hijo, ha de ser el Salvador del pueblo que anhela la salvación y que los poderosos le han negado. Es verdad que no se dice explícitamente que María le puso ese nombre, aunque así aparece en la Anunciación. Sabemos que el nombre se lo ponen sus padres (aunque el esposo de María también queda en segundo término en el relato, como la circuncisión). Incluso podíamos inferir que es todo el pueblo el que se encarga de aceptar este nombre revelado que significa: Dios es mi salvador o Yahvé salva. Es una “comunidad” la que reconoce en el nombre todo lo que Dios le regala. Por tanto, en su nombre está escrito su futuro: ser el Salvador de los hombres. Por eso María guardaba todas estas cosas en su corazón.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)


 

30/12/24

EVANGELIO MARTES 31-12-2024 SAN JUAN 1, 1-18 SEMANA OCTAVA DE NAVIDAD

 





En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.

Él estaba en el principio junto a Dios.

Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.

El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.

En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.

Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.

Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.

Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».

Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.

Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.

A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

                          Es palabra del Señor

REFLEXION

Todo cuanto podemos contemplar de Dios es a través de la vida que recibimos como don. Esa vida es también luz que disipa las tinieblas. A cuantos recibieron la vida y la luz de Dios fueron llamados hijos de Dios, porque creen en su nombre y han nacido de Dios.

El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Quien es la luz de los hombres también está lleno de gracia y verdad. De su plenitud hemos recibido gracia, tras gracia. Por medio de Jesucristo, palabra encarnada, nos ha llegado la gracia y la verdad y es quien nos ha dado a conocer al Padre.

Estas son las palabras que resumen el prólogo de San Juan, en el Evangelio de hoy. Recibimos por medio de Jesucristo la luz de la vida y el conocimiento de la ternura de Dios. En un diálogo eterno y divino se nos manifiesta el amor que Dios nos tiene, la esencia de su verdad y la esencia de su gracia hacia la humanidad.

Dios permanece a la espera de una respuesta libre y afirmativa al requerimiento de su amor. Nos espera en el camino de la vida y nos espera para ofrecernos su ternura, reflejado a modo humano en la sencillez y fragilidad de un recién nacido.

En estos días de Navidad, finalizando ya el año, hemos de procurar trascender toda inercia de temporalidad. Los finales son siempre difíciles, quebradizos, desencarnados. Por eso, es bueno elevar la mirada a ese Dios que viene a nuestro encuentro. En él se encuentra la vida y la dicha que anhelamos, que se manifiesta siempre iluminando el camino y el tránsito de nuestro devenir. No sólo hemos de elevar la mirada a Dios, sino también hemos de procurar que esta vida sea testimonio de su amor y su creación. Permitamos que Dios nos ame, que se manifieste en Jesús como ese hálito de vida que requerimos como fortaleza para nuestra esperanza. Feliz Navidad y que este año que termina deje paso a la vida próspera en el Dios que nos habita con su ternura.

Fray Alexis González de León O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)

29/12/24

EVANGELIO LUNES 30-12-2024 SAN LUCAS 2, 36-40 SEMANA 0CTAVA DE NAVIDAD

 





En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.

Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, Jesús y sus padres volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.

                       Es palabra del Señor

REFLEXION

Os escribo igual que el apóstol intentando ofrecer esa luz radiante que brota de una cuna de vida y esperanza. Os escribo para que nos unamos en el hoy de un Belén humilde pero necesario. Os escribo porque, así como los cristianos tenemos estados peculiares, también tenemos deberes peculiares. Os escribo porque no importa la edad, ni nuestra vocación de vida para apostar siempre por el amor mutuo y el saber priorizar las cosas del mundo. El discípulo sincero más joven es perdonado, los que llevan más tiempo en la escuela de Cristo necesitan más consejos e instrucción. Incluso a los padres hay que escribirles y predicarles; nadie es demasiado viejo para aprender. Padres con experiencia y jóvenes con el futuro por hacer. Cada uno construyendo etapas de existencia, aprendices en el libro de una Palabra siempre nueva. Fuertes y valientes los unos y los otros para saber afrontar las tempestades del mundo. Porque el creyente debe mantenerse firme, estar pero no ser, participar pero no pertenecer a las cosas mundanas que alejan el corazón de Dios. Cuanto más prevalece el amor del mundo, más decae el amor de Dios. Todo pasa, sólo permanece quien sabe leer la historia con ojos de eternidad.

Lo normal hubiera sido que Ana viviera desesperada. ¿Qué debía esperar? Cuando se es joven es fácil imaginar formas futuras, que permitan vislumbrar lo que se espera. Pero todas aquellas imágenes habían sido borradas de un plumazo. Un instante juntos, después todo fue separación y soledad. ¿Merece la pena amar lo que se pierde? Y cuando se ha perdido, ¿qué le queda al corazón?

Pero desde que perdió su amor, no se apartaba del templo. Lejos de desesperar, vivía en una tensión total por aquello que estaba por venir. Ana ya sólo esperaba. Había entendido que el ser humano solo ama lo pasajero, porque no conocemos más que personas que, como nosotros, pasan. Nuestro amor es la relación esencial que establecemos con los pasajeros: amar es querer como propio lo que no nos pertenece y se va. Por eso, el amor es pura promesa: amar es suplicar a Dios que nos dé para siempre lo que amamos; de lo contrario el amor no es más que frustración. 

Parece que Ana tenía muy claro lo primordial, lo que es esencial y a lo que estamos llamados todos nosotros: servir con generosidad a Dios, nuestro Señor. Esta mujer al ver a Jesús comprendió que había llegado la buena noticia para todos los que "aguardaban la liberación de Jerusalén". Si Dios se ha hecho hombre, toda la vida pasajera tiene un misterioso valor eterno.

Mientras lo único que sabemos de la infancia y juventud de Jesús es que crecía en gracia y sabiduría. Dones que debemos cultivar quienes queremos pasar por aquí dejando huellas de lo de allí.

Fr. Martín Alexis González Gaspar O.P.
Convento de Ntro. Padre Sto. Domingo (Torrent)

28/12/24

DOMINGO 29 DE DICIEMBRE : FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARET

 





Celebramos hoy la festividad de la Sagrada Familia de Nazaret, que encuentra su marco adecuado en el contexto navideño, como prolongación y consecuencia lógica de la encarnación del Hijo de Dios en la historia de una sencilla familia. Es el primer hogar en el que se inspira la gran familia de Dios, la Iglesia, y también el pequeño núcleo que forma cada familia cristiana, “la iglesia doméstica”, como la definió el Papa Juan XXIII.

La Familia de Nazaret es decididamente única y es lógico preguntarse si es posible tomarla como modelo para la familia cristiana de hoy. No obstante, su carácter extraordinario, y sin ser obstáculo para cumplir su misión, su día a día discurrió como la de cualquier familia humana entre alegrías, problemas inesperados y sufrimientos. Fue un modelo de amor recíproco y de diálogo, a la vez que una escuela de oración y de apertura a Dios. Su ejemplo sigue siendo punto de referencia para la familia cristiana de hoy.

Una mirada atenta a la sencilla y, a la vez, profunda comunión que reinaba en la familia de Nazaret, nos mueve a reflexionar sobre la familia cristiana hoy, en un momento en que la familia en general vive una crisis de identidad. Tampoco es fácil para la familia cristiana vivir la realidad familiar en un mundo que cambia tanto y tan rápido.

En esta fiesta de la sagrada familia damos gracias a Dios porque el Verbo al hacerse hombre ha dado un valor infinito y eterno a toda nuestra historia cotidiana si se vive con amor, en la buenas y en las malas circunstancias, en la alegría como en el sufrimiento.

Fr. Pedro Luis González González
Convento del Santísimo Rosario (Madrid)


LECTURAS DEL DOMINGO 29-12-2024 : FESTIVIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARET

 

Primera Lectura

Lectura del Libro del Eclesiástico 3, 2-6. 12-14

El Señor honra más al padre que a los hijos y afirma el derecho de la madre sobre ellos.

Quien honra a su padre expía sus pecados, y quien respeta a su madre es como quien acumula tesoros.

Quien honra a su padre se alegrará de sus hijos y cuando rece, será escuchado.

Quien respeta a su padre tendrá larga vida, y quien honra a su madre obedece al Señor.

Hijo, cuida de tu padre en su vejez y durante su vida no le causes tristeza.

Aunque pierda el juicio, sé indulgente con él y no lo desprecies aun estando tú en pleno vigor.

Porque la compasión hacia el padre no será olvidada y te servirá para reparar tus pecados.

                                            Es palabra del Señor

Salmo

Salmo 127, 1-2. 3. 4-5 R/. Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos

Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.

Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R/.

Ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.



Segunda Lectura

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 3, 12-21

Hermanos:

Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia.

Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro.

El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.

Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta.

Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo.

Sed también agradecidos. La Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente.

Cantad a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.

Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso agrada al Señor.

Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan el ánimos.

                            Es palabra del Señor


REFLEXION

Iª Lectura: Eclesiástico (3,3-7;14-17): El misterio creador de ser padres

La primera lectura de este domingo está tomada del Ben Sirá  o Eclesiástico. Tener un padre y una madre es como un tesoro, decía la sabiduría antigua, porque sin padre y sin madre no se puede ser persona. Por eso Dios, a pesar de que lo confesamos como Omnipotente y Poderoso, no se encarnó, no se acercó a nosotros  sin ser hijo de una madre. Y también aprendió a tener un padre. La familia está formada por unos padres y unos hijos y nadie está en el mundo sin ese proceso que no puede reducirse a lo biológico. No tenemos otra manera de venir al mundo, de crecer, de madurar y ello forma parte del misterio de la creación de Dios. Por eso el misterio de ser padres no puede quedar reducido solamente a lo biológico. Eso es lo más fácil, y a veces irracional, del mundo. Ser padres, porque se tienen hijos, es un misterio de vida que los creyentes sabemos que está en las manos de Dios.

Como el relato de Lucas estará centrado en la respuesta de Jesús a “las cosas de mi Padre”, se ha tenido en cuenta el elogio del padre humano de Jesús, que no es otro que José, tal como se le conocía perfectamente en Nazaret. Aunque Jesús, o Lucas más bien, ha querido decir que el “Padre” de Jesús es otro, no se quiere pasar por alto el papel del “padre humano” que tuvo Jesús en Nazaret. Incluso la arqueología nos muestra esa casa de José dónde se llevó a María; donde Jesús vivió con ellos hasta que, contando como con unos treinta años, abandonó su hogar para dedicarse a la predicación del Reino de Dios; donde posteriormente se reúne una comunidad judeo-cristiana para vivir sus experiencia religiosas.

IIª Lectura: Colosenses (3,12-21): Los valores de una familia cristiana

La lectura de este domingo es de Colosenses y está identificada en gran parte como un “código ético y doméstico”, porque nos habla del comportamiento de los cristianos entre sí, en la comunidad. Lo que se pide para la comunidad cristiana -misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia-, para los que forman el “Cuerpo de Cristo”, son valores que, sin mayor trascendencia, deben ser la constante de los que han sido llamados a ser cristianos. Son valores de una ética que tampoco se pueda decir que se quede en lo humano. No es eso lo que se puede pedir a nivel social. Aquí hay algo más que los cristianos deben saber aportar desde esa vocación radical de su vida. La misericordia no es propio de la ética humana, sino religiosa. Es posible que en algunas escuelas filosóficas se hayan pedido cosas como estas, pero el autor de Colosenses está hablando a cristianos y trata de modificar o radicalizar lo que los cristianos deben vivir entre sí; de ello se deben “revestir”.

El segundo momento es, propiamente hablando, el “código doméstico” que hoy nos resulta estrecho de miras, ya que las mujeres no pueden estar “sometidas” a sus maridos. Sus imágenes son propias de una época que actualmente se quedan muy cortas y no siempre son significativas. Todos somos iguales ante el Señor y ante todo el mundo, de esto no puede caber la menor duda. El código familiar cristiano no puede estar contra la liberación o emancipación de la mujer o de los hijos. Por ser cristianos,  no podemos construir una ética familiar que esté en contra de la dignidad humana. Pero es verdad que el código familiar cristiano debe tener un perfil que asuma los valores que se han pedido para “revestirse” y construir el  “cuerpo de Cristo”, la Iglesia. Por tanto, la misericordia, la bondad, la humildad, la mansedumbre y la paciencia, que son necesarias para toda familia, lo deben ser más para una familia que se sienta cristiana. Si los hijos deben obedecer a sus padres, tampoco es por razones irracionales, sino porque sin unos padres que amen y protejan, la vida sería muy dura para ellos.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)


EVANGELIO DEL DOMINGO 29-12-2024 SAN LUCAS 2, 41-52 ; FESTIVIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARET

 





Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua.

Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.

Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.

Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.

Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados».

Él les contestó:
«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».

Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.

Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos.

Su madre conservaba todo esto en su corazón.

Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

                                          Es palabra del Señor

REFLEXION

 Esta escena del evangelio, “el niño perdido”, ha dado mucho que hablar en la interpretación exegética. Para los que hacen una lectura piadosa, como se puede hacer hoy, sería solamente el ejemplo de cómo Jesús es “obediente”. Pero la verdad es que sería una lectura poco audaz y significativa. El relato tiene mucho que enseñar, muchas miga, como diría algún castizo. Es la última escena de evangelio de la Infancia de Lucas y no puede ser simplemente un añadido “piadoso” como alguno se imagina. Desde el punto de vista narrativo, la escena de mucho que pensar. Lo primero que debemos decir que es hasta ahora Jesús no ha podido hablar en estos capítulos (Lc 1-2). Siempre han hablado por él o de él. Es la primera palabra que Jesús va a pronunciar en el evangelio de Lucas.

 El marco de referencia: la Pascua, en Jerusalén, como la escena anterior del texto lucano, la purificación (Lc 2,22-40), dan mucho que pensar. Por eso no podemos aceptar la tesis de algunos autores de prestigio que se han aventurado a considerar la escena como un añadido posterior. Reducirla simplemente a una escena anecdótica para mostrar la “obediencia” de Jesús a sus padres, sería desvalorizar su contenido dinámico. Es verdad que estamos ante una escena familiar, y en ese sentido viene bien en la liturgia de hoy. El que se apunte a la edad de los doce años, en realidad según el texto podríamos interpretarlo “después de los doce”, es decir, los treces años, que es el momento en que los niños reciben su Bar Mitzvá (que significa=hijo del mandamiento) y se les considera ya capaces de cumplirlos. A partir de su Bar Mitzvá es ya adulto y responsable de sus actos y de cumplir con los preceptos (las mitzvot). No todos consideran que este simbolismo esté en el trasfondo de la narración, pero sí considero que se debe tener en cuenta. De ahí que se nos muestre discutiendo con los “los maestros” en el Templo, al “tercer día”. Sus padres –habla su madre-, estaban buscándolo angustiados (odynômenoi). En todo caso, las referencias a los acontecimientos de la resurrección no deben dejar ninguna duda. Este relato, en principio, debe más a su simbología de la pascua que a la anécdota histórica de la infancia de Jesús. Por eso mismo, la narración es toda una prefiguración de la vida de Jesús que termina, tras pasar por la muerte, en la resurrección. Esa sería una exégesis ajustada del pasaje, sin que por ello se cierren las posibilidades de otras lecturas originales. Si toda la infancia, mejor, Lc 1-2, viene a ser una introducción teológica a su evangelio, esta escena es el culmen de todo ello.

 Las palabras de Jesús a su madre se han convertido en la clave del relato: “¿no sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?”. Yo no estaría por la traducción “¿no sabíais que debo estar en la casa de mi padre?”, como han hecho muchos. El sentido cristológico del relato apoya la primera traducción. Jesús está entre los doctores porque debe discutir con ellos las cosas que se refieren a los preceptos que ellos interpretan y que sin duda son los que, al final, le llevarán a la muerte y de la muerte a la resurrección. Es verdad que con ello el texto quiere decir que es el Hijo de Dios,  de una forma sesgada y enigmática, pero así es. Como hemos insinuado antes, es la primera vez que Lucas hace hablar al “niño” y lo hace para revelar qué hace y quién es.  Por eso debemos concluir que ni se ha perdido, ni se ha escapado de casa, sino que se ha entregado a una causa que ni siquiera “sus padres” pueden comprender totalmente. Y no se diga que María lo sabía todo (por el relato de la anunciación), ya que el mismo relato nos dirá al final que María: “guardaba todas estas cosas en su corazón” (2,51). Porque María en Lc 1-2, no es solamente María de Nazaret la muchacha de fe incondicional en Dios, sino que también representa a una comunidad que confía en Dios y debe seguir los pasos de Jesús.

 Y como la narración de Lc 2,41-52 da mucho de sí, no podemos menos de sacar otras enseñanzas posibles. Si hoy se ha escogido para la fiesta de la Sagrada Familia, deberíamos tener muy en cuenta que la alta cristología que aquí se respira invita, sin embargo, a considerar que el Hijo de Dios se ha revelado y se ha hecho “persona” humana en el seno de una familia,  viviendo las relaciones afectivas de unos padres, causando angustia, no solamente alegría, por su manera de ser y de vivir en momentos determinados. Es la humanización de lo divino lo que se respira en este relato, como en el del nacimiento. El Hijo de Dios no hubiera sido nada para la humanidad si no hubiera nacido y crecido en familia, por muy Hijo de Dios que sea confesado (cosa que solamente sucede a partir de la resurrección). Aunque se deja claro todo con “las cosas de mi Padre”, esto no sucedió sin que haya pasado por nacer, vivir en una casa, respetar y venerar a sus padres y decidir un día romper con ellos para dedicarse a lo que Dios, el Padre, le pedía: anunciar y hacer presente el reinado de Dios. Es esto lo que se preanuncia en esta narración, antes de comenzar su vida pública, en que fue necesario salir de Nazaret, dejar su casa y su trabajo… Así es como se ocupaba de las cosas del Padre.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)

27/12/24

SABADO 28 DE DICIEMBRE : FIESTA DE LOS SANTOS INOCENTES

 





La Iglesia venera a los Santos Inocentes como los primeros mártires que tuvieron que derramar su sangre a causa de Cristo. Dice San Agustín que con razón pueden considerarse como las primicias de los mártires. Su celebración litúrgica estuvo unida en el siglo IV con la fiesta del nacimiento de Cristo.

Mateo (2, 16-18), dentro del evangelio de la infancia de Jesús y con el estilo midrásico que caracteriza a los dos primeros capítulos de este Evangelio, refiere la muerte de los niños inocentes de Belén. Fue una consecuencia de la actitud de los magos de Oriente que, avisados en sueños, regresaron a su patria sin volver a Jerusalén conforme a la indicación que les había hecho Herodes. Éste, al verse defraudado, con la intención de hacer morir al nacido «Rey de los judíos», da orden de matar a todos los niños inferiores a dos años en Belén y su comarca.

La actitud de Herodes

No tenemos constancia de este episodio en las fuentes históricas extrabíblicas, que sólo refiere, entre los evangelistas, San Mateo. Pero sí de los numerosos y horrendos crímenes llevados a cabo por Herodes, ante los cuales sería de menor relevancia la muerte de los niños de Belén. Según el testimonio del historiador judío Flavio Josefo, hizo matar a las siguientes personas: a su yerno José; a Salomé; a Hircano II, sumo sacerdote; a Mariamme, asmonea, su mujer, a quien amaba extraordinariamente; a Aristóbulo, hermano de ésta; a Alejandra, hermana de éstos; a sus propios hijos, Alejandro, Aristóbulo y Antípatro (a éste, cinco días antes de su muerte); a Kostobaro, noble idumeo; a otra mujer llamada Salomé; a Bagoas y a todos los siervos que habían concebido esperanzas mesiánicas. Hizo encerrar en el anfiteatro de Jericó a todos los personajes importantes de la ciudad, dando orden de que fuesen muertos a flechazos el día de su muerte (lo que no se cumplió) (cf. Antq. XVII, 1, 1; 2, 4; 3, 3. De bello jud., 28, 6; 29, 1).

Macrobio (siglo V) recuerda las palabras de Augusto al saber que Herodes había mandado matar a su propio hijo: «Vale más ser el cerdo (hys) de Herodes que su hijo (huión)» (advierte que los judíos no comían carne de cerdo). J. Klausner, judío, profesor de la Universidad hebrea de Jerusalén, caracteriza la historia de Herodes como una historia de «matanzas, confiscación de propiedades, duros tributos y desprecio de la Ley... Gota a gota Herodes drenó la sangre de los judíos durante los treinta y tres años de su gobierno. Raramente pasaba un día sin que alguien fuese ajusticiado» (Jesús de Nazaret. Su vida, tiempos y enseñanza. Buenos Aires, Edic. Paidós, p. 144). Podemos concluir que «Herodes es el prototipo de todos los opresores que asesinan sólo por miedo a perder un ápice de poder. En los inocentes de Belén vemos una realidad que siglo tras siglo, década tras década, empaña la historia de la humanidad y se torna en rostros concretos, independientes de las razas o religiones... Los santos inocentes están vivos hoy y siguen mostrándonos sus rostros perseguidos» (P. I. Fraile Yécora).

La Iglesia venera a los Santos Inocentes como los primeros mártires que tuvieron que derramar su sangre a causa de Cristo. Dice San Agustín que con razón pueden considerarse como las primicias de los mártires los que, como tiernos brotes, se helaron al primer soplo de la «persecución», ya que perdieron su vida no sólo por Cristo, sino en lugar de Cristo (cf. De Sanctis. Sermo CCXX. PL 39. 2i52). Los santos padres celebran su martirio con grandes alabanzas.
Su celebración litúrgica estuvo unida en el siglo IV con la fiesta del nacimiento de Cristo. En Occidente en el siglo V se asocia también a la de la Epifanía del Señor. Parece fue en ese siglo cuando se instituyó una conmemoración propia de los santos inocentes. En Roma y África se fijó como fecha de tal celebración el 28 de diciembre y en la liturgia morárabe el día 6 de enero.

Gabriel Pérez Rodríguez

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),

EVANGELIO SABADO 28-12-2024 SAN MATEO 2, 13-18 CUARTA SEMANA DE ADVIENTO

 





Cuando se retiraron los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:

«Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».

José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta:
«De Egipto llamé a mi hijo».

Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos.

Entonces se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías:
«Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos y rehúsa el consuelo, porque ya no viven».

                                   Es palabra del Señor

REFLEXION

El Evangelio de Mateo nos lleva a contemplar una escena profundamente trágica: Herodes, cegado por su miedo y ambición, ordena la muerte de los inocentes en un intento por eliminar a Jesús. Este acto nos confronta con la realidad de la maldad humana y las tinieblas que a veces dominan el mundo.

El texto no termina en el llanto de las madres de Belén. Aunque Herodes intentó apagar la esperanza, Jesús sobrevivió porque su misión era traer vida. En Él encontramos consuelo, justicia y la certeza de que el mal no tiene la última palabra. Y se vislumbra la obediencia pronta de José y de María, y la providencia amorosa de Dios sobre Jesús que, al aceptar la persecución y el destierro, comparten los sufrimientos de los hombres.

Nuestra fe nos llama a ser portadores de la luz que brilla en la oscuridad, especialmente hacia aquellos que más la necesitan. Pensemos ¿Cómo puedo reflejar la luz de Dios en mi vida cotidiana? ¿Estoy dispuesto a ser un defensor de los inocentes, incluso cuando requiere valentía y sacrificio?

Recordemos, en este día a los Santos Inocentes, víctimas del miedo y la ambición de los poderosos. Pidamos al Señor que nos dé un corazón sensible al sufrimiento de los más vulnerables y la valentía para actuar en su defensa. Que podamos ser luz en un mundo a menudo sumido en tinieblas, confiando siempre en su promesa de justicia y paz, sin olvidar que esta fiesta nos llama a ser guardianes de la inocencia y la justicia a nuestro alrededor.

Monjas Dominicas Contemplativas
Monasterio Stma. Trinidad y Sta. Lucía (Orihuela)

26/12/24

27 DE DICICIEMBRE : SAN JUAN EVANGELISTA

 





El Evangelista, a quien se distingue como "el discípulo amado de Jesús" era un judío de Galilea, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago el Mayor, con quien desempeñaba el oficio de pescador. Se dice que era el más joven de los doce Apóstoles y que sobrevivió a todos los demás, el único que no murió martirizado.

Hermano de Santiago e hijos del Zebedeo. Uno de los tres predilectos de Jesús entre los Doce. En el libro de los Hechos de los Apóstoles aparece siempre junto a Pedro (3-4; 8). Pablo lo considera como una de las tres columnas de la Iglesia: -Santiago, Cefas y Juan, que pasan por ser las columnas (Ga 2, 9), era considerado como el autor del Evangelio que lleva su nombre. De momento lo que mantenemos es que era evangelista. Entre los griegos la palabra designaba al anunciador de oráculos. En el Nuevo Testamento se aplica al anunciador de la Buena Noticia del Evangelio. Se impuso muy pronto en la Iglesia llamar evangelistas a los autores de los Evangelios. La revisión a la que debe ser sometida la palabra en cuestión obedece a que ninguno de los Evangelios ha salido de una única pluma ni de una única vez.
En los cuatro se detectan fácilmente vestigios de composición – distintas fases por las que pasaron antes de llegar al estado adulto en que hoy los poseemos- y un crecimiento progresivo que pone de manifiesto la maduración creciente fe cristiana y su confrontación con el entorno cultural en el que vivían las comunidades cristianas. Los evangelistas son portavoces de la fe de dichas comunidades y, como tales, revisores y adaptadores de la misma frente a las nuevas circunstancias, favorables o adversas, que iban surgiendo. Los evange-lios crecieron constantemente hasta el momento de su fijación definitiva por escrito. […]

[…] Hoy se sigue hablando del Evangelio según San Juan y, consiguientemente, del evangelista Juan. Pero la obra, el cuarto Evangelio, es considerado como un documento teológico en forma de Evangelio que ha sido colocado bajo el patrocinio de San Juan Apóstol. Y San Juan Evangelista es la figura representativa a la que se acude como avalista del documento teológico más valioso del Nuevo Testamento. Mantenemos tanto el nombre como el título que lleva por razones tradicionales.[…]

Testigo de la fe original

[…] El autor del cuarto Evangelio no pertenece ya a la generación apostólica. Juan Evangelista -seguimos reservando este título para el autor del Evangelio- siente la distancia que le separaba del Jesús histórico y reflexiona sobre la misma con mayor intensidad que lo hicieron los sinópticos. Su reflexión se centra en dos momentos trascendentales: en la vida de Jesús y en la época posterior en que él vive. Y no debemos pensar que al evangelista le interese muy poco el Jesús histórico. Lo que pretende el evangelista es unir o armonizar ambos momentos, de tal manera que el primero -el relativo al Jesús histórico- siga siendo el fundamento del segundo y que éste se desarrolle profundamente, en admirable «inculturación», desde aquél.

El protagonista de su Evangelio es un viviente, ausente corporalmente de la comunidad y, al mismo tiempo, presente en ella y determinante de su vida. Los discursos de Jesús son, más bien, discursos sobre Jesús; las discusiones de Jesús con sus contemporáneos se convierten en las discusiones sobre Jesús, protagonizadas por el cristianismo naciente con el judaísmo que se le había enfrentado de forma violenta. Juan Evangelista se interesa por Jesús no como historiador, sino como cristiano y creyente, como teólogo, teniendo en cuenta la cultura y mentalidad tan distintas de sus nuevos destinatarios a los que había que hablarles en el lenguaje que ellos entendiesen. […]

Felipe F. Ramos

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),