En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles.
Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.
El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán.
Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará».
Es palabra del Señor
REFLEXION
El terrible relato de la primera lectura, en el que se narra la muerte de Esteban, primero de muchos mártires, contrasta fuertemente con el clima navideño de estos días. El texto del Evangelio de Mateo nos sitúa a Jesús preparando a los apóstoles para la misión de anunciar el Reino, con autoridad para hacer signos en su nombre. No es una misión fácil porque generarán contradicción y sufrirán persecuciones, incluso hasta el extremo de perder la vida por su causa. Sin embargo, en este cuadro sombrío, hay palabras de aliento y la promesa de que no estarán nunca solos: “Nos os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis… el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros”. El seguimiento de Jesús nos lleva a asumir también las dificultades y la persecución, porque es un camino que se va trazando de la encarnación hacia la cruz, al crisol de la entrega hasta las últimas consecuencias. Si nos preguntamos sinceramente si estamos dispuestos a ello, no sé cuál sería la respuesta que daríamos muchos de los que vivimos cómodamente instalados en un seguimiento fácil, sin más consecuencias que la fatiga y preocupaciones del día a día. Hemos disfrazado la Navidad con luces y regalos, con buenos deseos y emociones a flor de piel, y la estamos despojando del misterio de la Encarnación, y el reto que supone encarnar el Evangelio verdaderamente en este mundo, en la vida diaria y en esos lugares y situaciones donde viven los crucificados y apedreados hoy, ahí donde la crueldad y la ambición humana generan muerte y destrucción. Estamos llamados a ser testigos, como Esteban, el hombre lleno de luz y de Espíritu Santo, a vivir configurados con Cristo en la debilidad, en la tremenda fragilidad de presentarse con ese mensaje de paz y de amor, tan potente y explosivo que hace saltar por los aires el individualismo y el egoísmo en que vivimos, el consumo y la ambición sin límites, el poder abusivo y las desigualdades inhumanas. Claro que es peligroso, es un silencioso camino hacia la cruz y asumimos un enorme riesgo al aceptar esa aventura de amar y darnos, con todas las consecuencias. Cada uno y cada una sabemos bien lo que eso significa realmente. Aun así, brindemos con valentía y humildad, porque nuestro brindis es un gesto de fe y de confianza en Jesús vivo, el que vence a la muerte encarnándose día a día en cada gesto de bondad y de profunda humanidad. Brindemos por el amor, por su Amor que nos habita siempre y nos da su fuerza y sus palabras de vida. |