El pasaje del Evangelio de hoy, refleja la ternura y cercanía de Jesús, que no solo se interesa en nuestra vida espiritual, sino también en nuestras luchas y fatigas cotidianas, y nos recuerda, que no se espera que vivamos la vida de fe con una carga pesada, sino con un "yugo suave". Además, Jesús no ofrece un descanso superficial, sino un descanso para el alma, algo mucho más profundo que alivia las ansiedades y dudas internas. Esta invitación a "ir a Él" abre un espacio para reflexionar sobre la oración y la relación personal con Dios, no solo como una obligación o una serie de peticiones a modo lista de deseos, sino como una auténtica entrega en la que confiamos nuestras cargas. Jesús, nos invitas a aprender de ti, manso y humilde de corazón, pero no dices dónde y cómo se aprende eso, a no ser por la oración, por la entrega sin medida, por la humildad ilimitada, por la confianza desmesurada, por la esperanza impertérrita. ¿Y dónde encontramos todos esos rasgos unificados? En tu madre, la Virgen María. Ella es un modelo de caminar en la vida. Ella, una sencilla y humilde muchacha de pueblo, que lleva en su corazón toda la esperanza de Dios. Y en su seno, la esperanza de Dios ha tomado carne, se ha hecho hombre, se ha hecho historia: Jesucristo. ¿De qué manera puedo vivir con más confianza y esperanza, recordando que Dios tiene un sueño para mí? ¿Qué significa para mí "esperar en el Señor" y cómo puedo hacer que esa espera sea activa en mi vida diaria? ¿Permito que la humildad y la paciencia transformen mi vida? |