El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Es palabra del Señor
REFLEXION
El Evangelio de los talentos es tan conocido y tantas veces comentado que poco nuevo se puede decir. Me gustaría, no obstante, resaltar dos aspectos que nos puedan ayudar a vivir mejor nuestra vida cristiana.
En primer lugar, caer en la cuenta que Dios a todos nos ha dado talentos, pero a cada uno según nuestra capacidad. Porque Dios no quiere frustrarnos, no nos pide imposibles, sino que nos quiere felices y nos invita continuamente a vivir en la plenitud de su amor: entra en el gozo de tu Señor, le dirá a los que han hecho fructificar los talentos. Dios no mira si son más o menos, a los dos los recompensa por igual: te daré un cargo importante, porque El premia la fidelidad. Cuando nos reservamos los talentos que Dios nos da y no los ponemos al servicio de los demás, no estamos siendo fieles. Cuando pensamos que los talentos de los otros son mejores y tramos de imitarlos, no somos ni fieles ni felices. En nuestras manos está el vivir de un modo u otro.
En segundo lugar, caer en la cuenta en la actitud del que escondió el talento, ¿no estaría disfrazando su pereza debajo de un discurso más o menos racional? La pereza no es un simple no hacer nada, es no hacer lo que hay que hacer. La persona que no vence su pereza, es como dice el Evangelio un siervo negligente y holgazán, incapaz de perseverar.
Pidamos al Señor nos dé fuerza para vencer los obstáculos que la pereza nos hace nos agranda, y hagamos fructificar lo dones que Dios nos ha dado.



