En aquel tiempo, Jesús dijo:
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros blanqueados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crueldad.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: “Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas”! Con esto atestiguáis en vuestra contra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!».
Es palabra del Señor
REFLEXION
El evangelio de Marcos nos da hoy una buena sacudida. Qué tentador puede ser para un predicador cambiar de palabras. Tendremos que estar vigilantes para no vender humo a los que nos escuchan. Hablamos con apego humano de lo divino, proyectando nuestro deslumbramiento por lo brillante más que por lo luminoso. Optamos por conservar aquello que nos permite sobrevivir sin alterar nuestras aparentes buenas costumbres.
La luz de Cristo nos descubre un rostro desconocido, desfigurado, herido, sucio. No nos gusta vernos en él y limpiamos nuestra apariencia con maquillajes y operaciones estéticas engañosas ¡Ay de nosotros!
En estos últimos días de verano, transitamos pacíficamente por nuestras pequeñas y grandes miserias, proyectando sobre ellas una mirada contemplativa, benevolente. Permanecemos tranquilos porque, también nosotros, como san Agustín, tenemos a una Madre que se aflige, llora e intercede. Jesús la escucha.



