Pues os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.
Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo.
Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy.
Pues os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti».
Es palabra del Señor
REFLEXION
Resulta chocante la dura recriminación de Jesús a estas ciudades que bordean el lago de Tiberíades. El Maestro ha predicado el Reino de Dios en todas ellas y es donde más milagros ha llevado a cabo. Sin embargo la reticencia a aceptar su mensaje le causa dolor. De ahí su recriminación y, al mismo tiempo, colocarlas en el mismo lugar que la perversidad de ciudades más famosas por sus pecados. A Cafarnaún la pone en peor lugar; curioso cuando ella ha sido visitada por Jesús con más frecuencia. En definitiva, Jesús siente dolor porque esa actitud manifiesta su reticencia a aceptar la conversión a la que Él invita. Es, en definitiva, rechazar la salvación que Él ofrece.
Jesús y nuestra libertad
Hay una actitud de Jesús ante las personas que siempre me ha admirado. Jesús siempre ha respetado la libertad de sus oyentes. Y su mensaje es una propuesta a ejercer la libertad. Nunca ha forzado a nadie a aceptar la conversión que Él predica. Al contrario, ha manifestado que seguirlo conlleva riesgos y dificultades; por eso no edulcora su mensaje para ganar seguidores. Es realista e invita a vivir desde la exigencia. “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lc 9,23).
Esa no aceptación de su mensaje, lleva implícito el rechazo a Dios, cuya presencia se ha hecho patente en los milagros. Nada bueno viene de ese rechazo. Sin esta conversión real a la que Él invita, es difícil el cambio de las estructuras en las que el hombre se desenvuelve. No aceptar el Reino de Dios es dejar que el egoísmo pervierta las relaciones entre los humanos. El egoísmo conducirá al desamor, la explotación del otro y la opresión del débil. Es sin duda el camino más tentador y también el más deshumanizador. ¿No caminamos en esa dirección?
¿Qué pequeños detalles valoro en mi relación con los demás? ¿Cuál es mi aportación evangélica ante el egoísmo que se percibe en las relaciones humanas?