En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano.
Es palabra del Señor
REFLEXION
Nos encontramos con el texto previo a la resurrección de Lázaro, el encuentro entre Jesús y Marta, que acaba de perder a su hermano. Inmediatamente después se puede leer que Marta llama a su hermana María para decirle que había llegado Jesús; y entra María en acción. Que entiendo es lo que corresponde una vez que no se celebra memoria solo de Marta, sino de María y Lázaro. El entrañable diálogo entre Jesús y Marta se completa con el de Jesús con María.
Marta confiaba en Jesús, sabía que a través de él obraba Dios y por ello podía haber evitado la muerte de su tan querido hermano, si se hubiera hecho presente antes. Pero aún ahora, muerto y enterrado Lázaro, puede actuar. Lo que dice motiva la presentación de Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá, y el que vive y cree en mí no morirá para siempre”. De donde surge la pregunta “¿crees esto?”; y la profesión de fe: “sí Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. Profesión de fe perfecta, propia de los relatos elaborados de Juan.
Llamada María, ella hará también su clara profesión de fe entre lágrimas, que ”conmovieron” a Jesús, que compartió sus lágrimas con las de ella: “Señor si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”. En el encuentro con María el relato muestra el corazón a flor de piel, el de ella y el de Jesús: Los judíos decían, de Jesús refiriéndose a Lázaro: “cómo lo quería”. Y desde el corazón, desde el amor, viene la vida, surge el milagro.
Marta, María son iconos de la fuerza de la fe y del amor, unidos de modo inseparable, que desemboca en la confianza que ambas tienen en Jesús.
La confianza es fe y esperanza entrelazadas por el amor. Bien está que analicemos en quién ponemos nuestra confianza, y en la fuerza de esa confianza.