En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados!
No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse.
Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído, pregonadlo desde la azotea.
No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la “gehenna”. ¿No se venden un par de gorriones por unos céntimos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; valéis más vosotros que muchos gorriones.
A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos».
Es palabra del Señor
REFLEXION
Apóstol, enviado, a ti te habla hoy Cristo: “¡No tengas miedo!”
¿A qué o a quiénes?
No tengas miedo a la verdad, a la calumnia que puedas recibir o que has recibido; porque no hay nada encubierto que no llegue a descubrirse.
No tengas miedo a obrar el bien y la justicia, a anunciar el amor gratuito de Dios con un gesto de cercanía, de compasión; porque lo que hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, a mí me lo hicisteis. (Mt 25, 40)
No tengas miedo a la entrega por amor, sin límites, que lleva a desgastar nuestras fuerzas, a cansarnos para que otros descansen. No temas a los que “matan la comodidad de tu cuerpo”, porque si el grano de trigo no cae en tierra y muere no da fruto, pero si muere, da fruto abundante. (Jn 12, 24)
No tengas miedo al silencio, a la oración, a postrarte ante el Señor y reconocer que lo necesitas; a pedirle verdad, luz, fuerzas y amor para anunciar su Nombre, para que tu vida sea una vida verdaderamente apostólica como lo fue la de santo Domingo, santa Catalina y tantos santos que nos precedieron, que tu vida pues desborde a la Vida.
Cristo nos da el motivo por el cual no debemos temer: no hay comparación entre vosotros y los gorriones, esto es, no hay comparación entre nosotros y cualquier otra creatura de Dios; somos obra de sus manos, somos valiosos para Dios. Es como si Cristo nos repitiera las palabras del profeta Isaias: “no temas, porque eres precioso ante mí, de gran precio, y yo te amo.” (Cf. Is 43, 4)
El Evangelio se hace carne hoy en tu realidad concreta, piensa, ¿a qué o quién tienes miedo? Díselo al Señor, no le tengas miedo a Él, sino a apartarte de Él. No temas, Él te hablará al corazón palabras de consuelo, de ánimo, de corrección amorosa, de bondad.
Cuéntaselo, Él está contigo, espera y escucha su respuesta.