26/5/22

EVANGELIO VIERNES 27-05-2022 SAN JUAN 16, 20-23a SEXTA SEMANA DE PASCUA

 




En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre.
También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada».

                                 Es palabra de Dios

REFLEXION

El fragmento del Evangelio que estamos meditando pertenece al capítulo 16 de San Juan. Este capítulo tiene dos partes: la venida del Paráclito y la despedida, de ahí que hable insistentemente del sentimiento de tristeza y de alegría de los discípulos, de la Iglesia. Tristeza porque Jesús nos deja para volver al Padre (Jn 16,5); alegría porque nos envía su Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad que nos guiará hasta la verdad plena (Jn 16,13).

El texto de hoy forma parte de la despedida de Jesús. Hace referencia a la mujer que está a punto de dar a luz y está triste porque le ha llegado su hora. Esta imagen es muy utilizada por los profetas Isaías, Jeremías, Oseas, Miqueas, para significar el doloroso nacimiento del mundo nuevo mesiánico.

Nacer de nuevo exige morir a lo anterior y esto es doloroso. Morir a lo seguro, a lo fácil y cómodo. Morir a mi criterio, incluso a mi “imagen y concepto de Dios”. Morir a mi pecado, a todo lo que me esclaviza y me impide seguirle en libertad. Todo eso no es fácil, nos cuesta y nos produce tristeza. Pero sólo esa experiencia dolorosa nos permitirá nacer a la vida nueva en el Espíritu. Una vida en Cristo y en comunión con el Padre, impulsada por el Espíritu y en perfecta armonía con su voluntad. Sólo eso puede alegrar nuestro corazón y esa alegría no nos la puede quitar nada ni nadie.

Sor Mª Montserrat Román Sánchez, OPMonasterio Santa María de Gracia - Córdoba