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EVANGELIO LUNES 06-06-2022 SAN JUAN 19, 25-34 DECIMA SEMANA DE TIEMPO ORDINARIO

 





Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo».
Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre».
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed».
Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca.
Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.

                                      Es palabra de Dios

REFLEXION

Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre

En esta frase se contiene el cumplimiento de la promesa y enlaza con Génesis 3, que ya hemos referenciado. María estaba al pie de la cruz y de pie, esperando un signo, una palabra. Y esta llega y quizá primeramente la desconcierte, pero seguramente calibraría la responsabilidad que implicaba. Es el nuevo Sí que da María en un momento decisivo en el Plan de Salvación.

“Ahí tienes a tu hijo”: a todos y cada uno de nosotros más allá de la carne y la sangre, una llamada y una mirada para “ver” al Hijo en sus hermanos los hombres. Y “ahí tienes a tu Madre”, la nueva Eva, desde el sí definitivo donde antes hubo una duda, un recelo... María es Nuestra Madre por antonomasia por generar a Jesús y por dar ejemplo de esperanza y determinación a pesar del sufrimiento y las dudas tras el drama del Calvario.

Pero en el relato de San Juan también hemos de destacar la entrega del Espíritu por parte de Jesús en la hora de la muerte, un Pentecostés anticipado al del Cenáculo y en medio de un paisaje desolador y oscuro. Y allí también estaba María, mirando expectante hacia su Hijo y recibiendo de inmediato este signo divino de Amor como en la Anunciación.

En esta fiesta de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, tal como la proclamó San Pablo VI en el Concilio Vaticano II, acerquémonos en oración y con devoción a Quien, con su Sí, disipó las brumas del mal de origen y nos posibilitó una nueva Esperanza.

“La Iglesia es femenina, porque es ‘iglesia, ‘esposa’: es femenina. Y es madre, da a la luz. Esposa y madre. Y los Padres van más allá y dicen: ‘También tu alma es esposa de Cristo y madre’. Y en esta actitud que viene de María, que es Madre de la Iglesia; de esta actitud podemos comprender esta dimensión femenina de la Iglesia que cuando falta, hace que la Iglesia pierda su verdadera identidad y se convierta en una asociación de beneficencia o en un equipo de fútbol, o en cualquier cosa, pero no en la Iglesia”.

(Homilía del Papa Francisco en la capilla de Santa Marta, día de la Virgen María, Madre de la Iglesia: la Iglesia, como María, es mujer y madre, lunes 21 de mayo de 2018)

D. Carlos José Romero Mensaque, O.P.
Fraternidad “Amigos de Dios” de Bormujos (Sevilla)