27/6/21

EVANGELIO LUNES 28-06-2021 MATEO 8, 18-22 DECIMOTERCERA SEMANA TIEMPO ORDINARIO



En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla.
Se le acercó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.»
Otro, que era discípulo, le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.»
Jesús le replicó: «Tú, sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos.»

Palabra del Señor

 

REFLEXION

 Un escriba se dirige a Jesús y le expresa su deseo de seguirle; y parece que lo hace con entusiasmo, decisión y entrega. “Maestro, te seguiré vayas a donde vayas.” En ese sentido, pueden chocar un poco las palabras con que Jesús le responde: parece que, más que animar al escriba, quisiera decirle algo así como “¿Tú sabes en la que te estás metiendo?”.  A continuación, es un discípulo el que le dice “Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre”; una petición bien justa. Y sin embargo la respuesta de Jesús de nuevo nos desconcierta: “Tú sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos.” La verdad es que, a primera vista, una se queda desconcertada. Parece un lenguaje muy duro.

Y quizás alguna vez hemos recibido este texto así, como un jarro de agua fría; sentimos entonces que seguir a Jesús es demasiado exigente, porque nos va a pedir renunciar a cosas importantes para nosotros y que por tanto este seguimiento sólo es para personas especiales.  Y sí, con frecuencia en la interpretación que hemos recibido de este texto ha predominado el acento en la exigencia del seguimiento o más bien en una manera de entender esta exigencia que pone la mirada sobre todo en aquello a lo que se renuncia. Y yo creo que lo que Jesús  quiere es precisamente lo contrario, abrir  nuestra mente para que podamos acoger la novedad y la urgencia del Reino, aquella que nos hace cambiar el punto de apoyo en el que fundamentar la vida; aquella que nos introduce en un concepto más amplio de familia y de hogar.

La experiencia nos dice que ambos ámbitos son pilares necesarios para poder adquirir la seguridad y confianza básicas que precisamos para desplegar lo mejor de nosotros mismos. Sin embargo, Jesús nos invita a colocar tanto la familia como la propia casa en un espacio vital  mayor en cuyo centro se halla la experiencia filial de confianza en el Padre. Él es nuestro verdadero hogar y en torno a Él, hermanados en Cristo, vamos construyendo una nueva familia abierta a cualquier persona, más allá de lazos de sangre, pueblo o nación. No es que la propia casa y la propia familia no tengan valor; claro que lo tienen. Pero adquieren una nueva perspectiva cuando se resitúan y se reorientan, desde el absoluto del proyecto de Dios para esta humanidad y esta creación.

Presentemos al Señor en este día nuestro mundo de relaciones y también aquello que en estos momentos nos da seguridad en la vida. ¿Hay algo que en estos momentos necesitemos reorientar para poder vivir con mayor plenitud nuestra vocación de hijos e hijas de Dios?

Hna. María Ferrández Palencia, OP
Congregación Romana de Santo Domingo