12/2/22

DOMINGO 13.02.2022 : SEXTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

 




El evangelio de este domingo nos presenta el célebre relato de las bienaventuranzas, también conocido como sermón de la montaña o sermón del monte. Podemos afirmar que es la predicación más conocida de Jesús. El monte o montaña en la narración que hace San Mateo, a la que hace referencia, se trataría de una elevación al norte del mar de Galilea, cerca de Cafarnaúm. Galilea era considerada tierra de paganos, pero de ella habían anunciado los profetas como el lugar en el que aparecerá una gran luz. Esta predicación de Jesús es posterior a las tentaciones que enfrentó en el desierto, por lo tanto se trata de sus primeras actuaciones en su vida pública. Se dirigió a los discípulos, y comenzó a enseñarles. Jesús se sienta: un gesto propio de la autoridad del maestro; pero no como los maestros que se forman para ellos en las escuelas; se sienta allí como el Moisés más grande, que extiende la Alianza a todos los pueblos. El evangelista toma de la tradición oral de los discípulos de Jesús este famoso discurso que propone a Jesús como el gran maestro. Recordemos que San Lucas es griego y los grandes maestros enseñaban en las grandes explanadas. Ahora es el lugar de oración de Jesús, donde se encuentra cara a cara con el Padre; por eso es precisamente el lugar en el que enseña su doctrina, que procede de su íntima relación con el Padre.

Aquí Dios habla muy de cerca, como hombre a los hombres. El sermón de las bienaventuranzas es la nueva Torá o la nueva Ley que Jesús trae. Las Bienaventuranzas han sido consideradas con frecuencia como la antítesis del Decálogo, pero Jesús ha dado siempre la validez de éste. En el sermón de las bienaventuranzas se recogen y profundizan los mandamientos de la segunda tabla de la Ley, pero no son abolidos. Porque no ha venido Jesús a abolir la Ley o los profetas, sino a dar plenitud a estos. Las Bienaventuranzas son palabras de promesa que sirven al mismo tiempo como palabras orientadoras. Cada una de las afirmaciones de las Bienaventuranzas nacen de la mirada dirigida a los discípulos; describen, por así decirlo, su situación: son pobres, están hambrientos, lloran, son odiados y perseguidos. A pesar de la situación concreta de amenaza inminente en que Jesús ve a los suyos, ésta se convierte en promesa cuando se la mira con la luz que viene del Padre. Referidas a la comunidad de los discípulos de Jesús, las Bienaventuranzas son una paradoja: se invierten los criterios del mundo apenas se ven las cosas en la perspectiva correcta, esto es, desde la escala de valores de Dios, que es distinta de la del mundo. Precisamente los que según los criterios del mundo son considerados pobres y perdidos son los realmente felices, los bendecidos, y pueden alegrarse y regocijarse, no obstante todos sus sufrimientos. Las Bienaventuranzas son promesas en las que resplandece la nueva imagen del mundo y del hombre que Jesús inaugura, y en las que “se invierten los valores”. Con Jesús, entra alegría en la tribulación, en los momentos difíciles. Las Bienaventuranzas expresan lo que significa ser discípulo, son la transposición de la cruz y la resurrección a la existencia del discípulo. Al leer las Bienaventuranzas, leemos una biografía interior de Jesús, un retrato de su figura. Él es el auténtico pobre, es el realmente humilde, él es verdaderamente puro de corazón y por eso contempla a Dios sin cesar. Es constructor de paz, es aquel que sufre por amor de Dios: en las Bienaventuranzas se manifiesta el misterio de Cristo mismo, y nos llaman a entrar en comunión con Él. El Sermón de la Montaña resume toda la moral cristiana, entendida no a la manera de un código legal de prohibiciones y obligaciones, sino como una invitación a ser “perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo. Es un nuevo programa, más exigente y gozoso a la vez, que de ninguna manera inculca la “resignación” a los oprimidos o la pasividad frente al mal. Tampoco propone un “tipo” de organización social, pero sienta las bases y señala las pautas de toda verdadera fraternidad. Es un nuevo estilo de vida, que se funda en el amor llevado hasta sus últimas consecuencias y convierte a los discípulos de Jesús en “sal de la tierra” y “luz del mundo”.

 FUENTE : CRISTONAUTAS,COM