23/1/23

EVANGELIO MARTES 24-01-2023 SAN MARCOS 3, 31-35 TERCERA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, llegaron la madre de Jesús y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dice:
«Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan».
Él les pregunta:
«¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?».
Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice:
«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».

                                                   Es palabra de Dios

REFLEXION

Mientras Jesús está enseñando, alguien viene a decirle que su madre y sus hermanos le buscan. Jesús aprovecha la ocasión para proclamar el nacimiento de la nueva familia de los que le siguen, que son aquellos que cumplen la voluntad del Padre y viven de acuerdo a sus enseñanzas.

¿Y cómo saber cuál es la voluntad de Dios? A menudo buscamos la voluntad de Dios donde nos parece que debería estar, pero nos olvidamos que la voluntad del Padre se nos manifiesta de forma concreta y a través de personas y circunstancias concretas. Como decía Pablo Domínguez: « Nos escandaliza lo concreto, mientras que lo genérico nos encanta. Todos somos unos santos en lo genérico cuando decimos: “Hágase tu voluntad… te entrego mi alma, mi vida y mi corazón… pero mi peluche, no” “Te obedezco en tus designios eternos, te abrazo con sublimidad…” Pero luego te vienen con que tienes que ir a tal misión y ya… ¡Algo concreto ya no!» 

En último término, esperamos que Dios admita nuestra idea de lo que debería ser su voluntad y que nos ayude a cumplir esa voluntad, en lugar de aprender a descubrir y aceptar la suya en las situaciones concretas en las que nos pone a diario Debemos aprender a mirar nuestra vida diaria, todo lo que nos sale al paso, con los ojos de Dios; ahí, en las situaciones cotidianas, se nos revela la voluntad de Dios.

La tentación está en no ver en esas circunstancias que nos rodean la voluntad de Dios, pasar de ellas por ser tan habituales e insignificantes, y tratar de descubrir otra “voluntad de Dios” que se ajuste mejor a nuestra idea de lo que debería ser.

La respuesta está en aceptar que son esas cosas donde se nos muestra en verdad la voluntad de Dios, y actuar conforme a ello en cada momento del día, abandonándonos confiadamente al querer de Dios.

 La obediencia al querer de Dios conlleva sufrimiento, cruz. También Jesús “aprendió sufriendo a obedecer” (Heb 5, 8). Y para ello hay que morir un poco cada día. La obediencia a Dios requiere conversión, pero es una obediencia que siempre podemos realizar. Y la cruz no hay que buscarla, viene sin pedirla, y hay que aceptarla, como Cristo abrazó la cruz, porque nuestra cruz no es nuestra, es la de Cristo, y Cristo nos llama a corredimir con Él, a ser obedientes con Él al Padre.

Para ello, contemplemos a Cristo obediente, a Cristo cumplidor de la voluntad del Padre, para, siguiéndole a Él como discípulos, miembros de su familia, poder decirle también nosotros al Señor: hágase tu voluntad.

Sor Cristina Tobaruela O. P.
Monasterio de las Dueñas (Salamanca)