10/1/23

EVANGELIO MIERCOLES 11-01-2023 SAN MARCOS 1, 29-39 PRIMERA SEMANA DE TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, cuando todavía era muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron:
«Todo el mundo te busca».
Él les responde:
«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido».
Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

                                                     Es palabra de Dios

REFLEXION

El texto de Marcos corresponde a la primera parte del Evangelio, en la que Jesús va revelando quién es:” Él es mi Hijo, el amado, en quien me complazco”. Las curaciones y predicación en la ciudad de Cafarnaún van manifestando que Jesús es el Mesías. Con paciencia elige e instruye a los discípulos. Y marca un estilo propio, su poder viene con una autoridad diferente: sana en la cercanía con quien sufre, el mal le reconoce y enmudece, ora en soledad y va hacia aquellos que están “más allá” para que esa dinámica de predicación y curación llegue a todos.

Su presencia hace bien, devuelve la dignidad y la plenitud. “Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó”. Aquella mujer se curó e hizo la tarea que será propia de todo discípulo: servir.

Al anochecer cura, de madrugada ora. A veces vivimos volcados en una actividad frenética que nos absorbe y nos descentra; o nos dejamos llevar, cansados y desmotivados, por una inercia que apaga la vida interior y la ilusión. Jesús nos tiende su mano incansablemente, esa mano que cura, acompaña y envía; pero no suelta su otra mano de la mano del Padre, del centro y amor de su vida.

Y siempre está en camino, su vida es una itinerancia constante hacia quienes le buscan y quienes le necesitan para alcanzar la vida plena de la que habla. El amor de Dios es universal y ello implica ampliar el espacio de nuestro corazón y dejar que el misterio de la proximidad rompa fronteras y afinidades, para ir haciendo fraternidad. “Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí”. E, igual que siempre hay un después, hay alguna “aldea cercana”. Cada quien sabe cuál es la suya hoy, esa a la que está llamado a ir.

Hna. Águeda Mariño Rico O.P.
Congregación de Santo Domingo