20/6/23

EVANGELIO MIERCOLES 21-06-2023 SAN MATEO 6, 1-6, 16,8

 





En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».

                                          Es palabra de Dios


REFLEXION

Jesús aprovecha la referencia a la limosna, la oración y el ayuno, prácticas habituales en todas las tradiciones religiosas, para ponernos en guardia. Y parece que el objetivo de sus palabras no es tanto la invitación a que hagamos limosna, oración o ayuno. Se trata, más bien de que estemos atentos a nuestra actitud, nuestra disposición, nuestras expectativas, nuestros deseos… cuando hacemos algo que “objetivamente” es bueno, o está bien.

Es propio de nuestra naturaleza humana la necesidad de “ser”, y a veces podemos equivocar el camino e identificar el “ser” con el reconocimiento, la admiración, la alabanza… que provienen de fuera. Nos gusta que nos reconozcan las cosas que hacemos bien. Y seguramente no es malo, siempre que no tratemos de edificar nuestro “ser” sobre el reflejo que recibimos de los otros.

Si profundizamos un poco en lo que significa ese vivir dependiendo de la aprobación, la aceptación, la admiración... quizá comprendamos que nos estamos convirtiendo a nosotros mismos en el “centro”, con lo que ya no lo ocupan ni Jesús ni su Reino. Triste recompensa que nos desvía de lo que queríamos.

La única recompensa plena y deseable es la de sentirnos amados por Dios, presente en nuestra vida, que nos da la capacidad para amar y entregarnos. Todo es don, y todo fluye en nosotros desde ese don. No necesitamos atribuirnos méritos ni exigir reconocimientos. La relación con el Señor es la que genera la sana disposición para hacer el “bien”, no como obligación sino como consecuencia natural de ese Amor en el que “vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28).

Buena clave de discernimiento para cuando estemos tentados de buscar reconocimientos, ¡o incluso de “gustarnos” a nosotros mismos porque hemos sido “capaces” de no buscarlos!

Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P.
Congregación Romana de Santo Domingo