18/1/25

LECTURAS DOMINGO 19-01-2025 II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Primera Lectura

Lectura del Profeta Isaías 62, 1-5

Por amor a Sion no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa la aurora de su justicia, y su salvación llamee como antorcha.

Los pueblos verán tu justicia, y los reyes tu gloria; te pondrán un nombre nuevo, pronunciado por la boca del Señor.

Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de tu Dios.

Ya no te llamarán «Abandonada», ni a tu tierra «Devastada»; a ti te llamarán «Mi predilecta», y a tu tierra «Desposada», porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá un esposo.

Como un joven se desposa con una doncella, así te desposan tus constructores. Como se regocija el marido con su esposa, se regocija tu Dios contigo.

                     Es palabra del Señor

Salmo

Salmo 95, 1-2a. 2b-3. 7-8a. 9-10a y c R/. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.

Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.

Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor. R/.

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey:
él gobierna a los pueblos rectamente». R/.



Segunda Lectura

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 12,4-11

Hermanos:
Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.

Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común.

Y así uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, el hablar con inteligencia, según el mismo Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe; y otro, por el mismo Espíritu, don de curar. A este le ha concedido hacer milagros; a aquel, profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos espíritus. A uno, la diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas.

El mismo y único Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.

                          Es palabra del Señor

REFLEXION

  • Iª Lectura: Isaías (62,1-5): El enamoramiento de Dios desde la justicia

 La lectura profética está tomada de la tercera parte del libro de Isaías (se le llama el Tritoisaías); y el profeta discípulo, o de la escuela de Isaías en sentido amplio, anuncia una nueva Jerusalén, la ciudad de Sión, bajo el lenguaje poético del enamoramiento y el amor divinos. La gran pasión del profeta Isaías fue Jerusalén, donde estaba el templo de Dios o, lo que es lo mismo, su presencia más determinada según la teología de los especialistas. Pero ni siquiera la presencia de Dios se garantiza eternamente en un lugar o en una ciudad, si allí, sus habitantes y todos los que deseen venir a ella, no se percatan de la necesidad de la justicia como signo de salvación. La estrecha unión, en los profetas, entre la presencia de Dios y la justicia es algo digno de resaltar. Es evidente que Dios no puede comprometerse con un pueblo que no cuida a los pequeños, a los desgraciados y a los que no tienen casi nada. Si la religión es “religarse” a Dios.

 Conceptos y palabras fuertes son las que podemos oír en este bello poema profético (que debemos leer desde 61,10): amor, justicia, salvación. Es como la descripción de la boda de un rey victorioso con su esposa, que en este caso es Sión, Jerusalén. La boda, en realidad, es una victoria, la victoria de la justicia (sdqh). Esa es su corona y su triunfo: desposar a la amada Jerusalén. Por lo mismo, hablar de una Jerusalén nueva es anunciar una religión nueva, revivida por el amor eterno de Dios. Jerusalén es la esposa, pero ¿qué hace una esposa desposada si en sus bodas falta el vino nuevo del amor? Eso es lo que sucedió en las bodas de Caná, en Jerusalén, en la religión judía, hasta que interviene Jesús ofreciendo el vino nuevo del amor divino. Una religión sin amor es como unas bodas sin amor. Y muchas veces nos acostumbramos a practicar ese tipo de religión: vacía, sin sentido, sin enamoramiento.

  • IIª Lectura: 1Corintios (12,4-11): Los carismas y el bien común de la comunidad

 En el pasaje de la carta a los Corintios de San Pablo que leemos hoy encontramos la teología de los carismas en la comunidad. Este texto está elaborado por dos conceptos que se atraen: unidad y diversidad. Hay diversidad de carismas, de ministerios y de funciones, pero en un mismo  Espíritu, en un mismo Señor, en un mismo Dios (he aquí la unidad). Pero sobresale el papel del Espíritu como fuente inmediata de los carismas, servicios y actuaciones. No es ahora el momento de fijarnos en la diversidad o en la misma enumeración y orden que Pablo establece. Podría ser curioso el orden y el sentido de los mismos, pero no es el momento de hacer una lectura exegética que, además, debería tener en cuenta todo el conjunto de 1Cor 12-14 para mayor alcance. Quizás los dos últimos, el de hablar en lenguas (glosolalia) y el de interpretarlas estarían en el fondo de un problema que se ha suscitado en la comunidad y sobra lo que han consultado al apóstol. El criterio, no obstante, es que los dones especiales que cada uno tiene, por el Espíritu, deben estar al servicio de la comunidad cristiana.

 El fenómeno de la glosolalia es extático y tiene que ver con algunos elementos de este tipo en el mundo helenista, como en Delfos o las Sibilas.  Quizás habría de tomar en consideración las palabras de K. Barth, quien decía que este tipo de oración podría llamarse «expresión de lo inexpresable». El apóstol san Pablo en 1Cor 14,18 apunta, incluso, que él mismo es capaz de «hablar en lenguas» y no parece que haya ironía en sus palabras. Algunos corintios estaban deslumbrados con este carisma que consideraban de los más brillantes y celestes, casi como un meterse en lo divino. Pero ¿quién lo puede entender? Tiene que haber alguien que lo interprete. Pablo no habla con ironía sobre este caso, repetimos, pero su criterio es decisivo: el bien de la comunidad.

 Estamos ante una teología que pone de manifiesto la vitalidad de una comunidad cristiana donde el Espíritu (como el vino nuevo de la vida) concede a cada uno su papel en el servicio en beneficio de los otros: unos predican, otros alaban, otros consuelan, otros profetizan, otros se dedican a los pobres y desheredados; todo bajo el impulso del Espíritu de Jesús. Pablo les habla de esta manera a una comunidad que no era precisamente un prodigio de unidad, sino que había algunos que pretendían imponerse sobre los otros en razón de roles que podían resultar extraños y donde se buscaba más el prestigio personal que el servicio a la comunidad. Estos dones, pues, si no saben ponerse al servicio de todos no vienen del Espíritu.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)