Después de escuchar el domingo pasado el programa del Reino, las bienaventuranzas (Mt 5,1-12), las lecturas de este día vienen a dar el acabado perfecto a través del esplendor del ser cristiano. Esplendor que se perfila a través del símbolo del sabor y de la iluminación, expresado en el evangelio; invitación a materializarse en las obras (primera lectura), donde Cristo es el máximo exponente; y propuesta para anunciarle desde la experiencia (segunda lectura), desde el poder del mismo Dios (Cf. 1Cor 2,5).
¿Somos conscientes de que estamos llamados a ser sal y luz del mundo a imagen de Jesús? ¿Hemos integrado, o vivimos, esta riqueza con la que Cristo se manifiesta y nos convoca a desarrollar esta vocación irradiante del ser cristiano en el mundo? ¿Qué impide que pueda desarrollar esta realidad vocacional en mi vida?