Leví está tranquilamente sentado al mostrador de los impuestos. Todo lo tiene resuelto. Poco le importa lo que, a buen seguro, sabe piensan de él y cómo es calificado despectivamente. Pero no contaba con el paso junto a él de Jesús, que lo llama: “Sígueme”. Dice San Lucas que lo dejó todo. Lo deja, lo aparta de él y se pone en camino, detrás de Jesús. Ofrece una comida en la que participan publicanos y otros. Jesús y los discípulos comparten con ellos. Han de aprender el camino. Es lo que se pide en el salmo y eso es lo que Jesús enseña. No se trata de prácticas al margen de la vida ordinaria, sino de hacer que ésta tenga un rostro nuevo. Lo ha señalado Isaías y es lo que vemos hacer a Jesús. Es tiempo de abandonar el etiquetado: ¿cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores? Pues porque para eso ha sido enviado al mundo, para que el mundo se salve por él. No se trata de encerrarse en una hipócrita burbuja, sino de caminar junto a los otros, compartiendo con ellos lo que Jesús nos ha ofrecido. Y de ese modo brilla la vida del cristiano como una luz en medio de las oscuridades, porque ha sido iluminada por Jesús, luz del mundo. Y haciendo lo que él hace, hacemos que cada ser humano tenga la oportunidad de apreciar lo que Jesús ha venido a realizar en cada uno. ¿Cómo voy a encarar esta cuaresma? ¿Qué debo apartar y que estoy dispuesto a compartir? |