Considerando que la teología de Juan es paulina en su base, la cita de 1Cor con que hemos concluido el comentario anterior posibilita conectar este con el pasaje del evangelio de hoy en su inicio, esto es, el que “si pedís algo al Padre en unión mía, os lo dará”.
Si, pues, teológicamente Juan desarrolla a Pablo, el “todo es vuestro” de 1Cor se explaya en un alentador “pedid, y recibiréis” en el evangelio según Juan. La fundamentación de esta aseveración tan poderosa se encuentra en la afirmación de una doble unidad simultánea que sostiene Juan, a saber, la unidad Cristo-discípulos y la unidad Cristo-Dios.
En relación a la unidad Cristo-discípulos, aquel “vosotros sois de Cristo” de 1Cor se transforma, en Juan, en: “vosotros me queréis y creéis”, lo que conviene a la idea de “en unión mía”, traducción más apropiada que “en mi nombre” según nota el exégeta Juan Mateos.
Lo que posibilita tal unión es el Espíritu del Resucitado, cuyo envío presupone aquella salida de Jesús de este mundo que se anuncia al final del pasaje, anuncio que da a la liturgia de hoy un sentido de preludio de la Ascensión que celebraremos mañana.
Por su parte, la unidad Cristo-Dios, concebida en 1Cor en términos de pertenencia - “Cristo es de Dios” -, se amplifica en Juan hasta la equiparación e incluso identificación del Resucitado con Dios: “Yo y el Padre somos uno” (Jn 10,30), aunque en el pasaje de hoy se matiza esa identificación en un tono más subordinacionista.
No siendo del mundo, pero estando en el mundo (cf. Jn 17), es menester el retorno al Padre. Y, así, cerrando el círculo, la vuelta de Jesús al Padre con quien está unido hace posible concebir a aquellos que están unidos a Cristo en el Espíritu - “los que me has dado, que estén también conmigo donde yo estoy, para que vean mi gloria” (Jn 17,24) – como perteneciendo al mismo Padre, de modo que “todo lo que el Padre me da, vendrá a mí…. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. …. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día final. (Jn 6, 37a.38.40).
El pasaje del evangelio de hoy, fundamenta, de este modo, la oración de petición a Dios en la máxima confianza de su cumplimiento; pero la cuestión suscitada aquí es qué más podemos desear o pedir que participar de la misma resurrección y gloria de Jesús, al que pertenecemos; y es que, al fin, “todo es nuestro, nosotros de Cristo, y Cristo de Dios”. De Dios nacimos al mundo y a Él renacemos por Cristo en el Espíritu del Resucitado, para la vida eterna. Entonces, “nuestra alegría será, en verdad, completa”.