13/4/21

EVANGELIO MIERCOLES 14-04-2021 JUAN 3, 16-21 SEGUNDA SEMANA DE PASCUA

                                          

     
    Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
    Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Palabra del Señor

REFLEXION:

Todos hemos experimentado alguna vez la diferencia entre vivir encarcelados o liberados. En las cosas más sencillas y cotidianas. Seguramente todos tenemos que pasar por ambas experiencias. Lo importante es distinguirlas bien y no confundir lo que nos encierra con lo que nos abre y lanza a la vida. A veces la vida nos pone en situaciones similares. Rebelarse no soluciona mucho. Pero sí elegir la libertad y aprovecharla siempre que podamos. Nos jugamos mucho, porque como dice el libro de los Hechos hoy, lo propio de la Iglesia es explicar al pueblo palabras de vida. Predicar la vida siempre será incómodo para los carceleros, para quienes nos quieren callados y encerrados. Pero lo nuestro es predicar la vida. Cualquier precepto, norma, rito o mandato que atente contra la vida, no es de Dios. Al menos del Dios de Jesús el Cristo. Este Jesús, Hijo de Dios que no vino a nosotros para condenarnos ¡sino para darnos vida abundante! El juicio encierra, crea bandos, empequeñece, asusta, nos pone a la defensiva. La vida que es amor abre, da luz, nos hace creativos, fraternos, amables…

Podría ser uno de los criterios que nos ayude a discernir quién o qué nos encarcela y quién o qué nos libera. Porque quien nos da libertad, nos ama. Quien nos ama, nos quiere libres. “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo” para que vivamos.

Vuestra hermana en la fe,
Rosa Ruiz rmi