17/8/21

EVANGELIO MIERCOLES 18-08-2021 MATEO 20, 1-16 XX SEMANA TIEMPO ORDINARIO




 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

«El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.

Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo:
“Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido”.

Ellos fueron.

Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.

Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo:
"¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”.

Le respondieron:
“Nadie nos ha contratado”.

Él les dijo:
“Id también vosotros a mi viña”.

Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz:
“Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”.

Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.

Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Al recibirlo se pusieron a protestar contra el amo:
“Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”.

Él replicó a uno de ellos:
“Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”.
Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos».

                                 Es palabra de Dios


REFLEXION

Jesús enseña por medio de parábolas, historias sencillas con un contenido cercano y comprensible. Encierran una gran belleza y fácilmente llevan a la admiración de la gente sencilla. La parábola de los jornaleros contratados, pone de relieve cómo Dios llama en cualquier instante de la vida para participar en la construcción del Reino de Dios. Al poner al propietario de la viña saliendo al amanecer y al atardecer, señalando otros momentos del día, para contratar a los jornaleros, indica la voluntad de Dios de no dejar a nadie fuera de esta labor. Incluso, cuando al salir al atardecer y encontrar a unos desempleados, sin hacer nada. Y preguntados sobre ello, la respuesta es: nadie nos ha contratado. No es que no quieran trabajar, es que nadie los ha invitado a hacerlo. No los han contratado. Ellos también son enviados a la viña y les dará lo debido.

Contar con todos. No excluir a nadie. Reconocer que todos tienen capacidad para asumir responsabilidades y ofrecerles la oportunidad, el espacio y la ocasión de hacerlo, es una gran lección. En una sociedad excluyente suena extraño esta inclusión.

Pero también rompe con la lógica humana: a más horas de trabajo, mayor salario. Así pensaban los de primera hora del día. Su razonamiento resalta la lógica humana. Pero al estar relacionada la enseñanza con el Reino de los Cielos, la lógica se asienta sobre la justicia. El trato es un denario por jornada, que es una buena paga. Si recibes lo convenido no hay agravio. La manera de proceder del propietario resalta la bondad, que mira más allá, atendiendo a las necesidades básicas. El salario era un denario por jornada. Cumplida la jornada se les da lo convenido. No debe haber quejas. Pero las hay.

La instrucción al capataz se escapa de lo habitual. Comienza por los últimos, que reciben un denario. Los del comienzo del día hacen sus cálculos: nos tocará más pues hemos sufrido el peso del día y el bochorno. Al recibir un denario, su frustración lleva al reclamo. La respuesta del propietario les recuerda lo convenido: un denario por jornada. Ha cumplido con los pactado. La queja es desmontada apelando a la bondad y al dominio sobre los bienes propios: ¿es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?

Este modo de proceder es el que se propone a todos: actuar desde la bondad, que no desconoce la justicia, pero que va más allá, al dar lo necesario a cada uno, partiendo de lo ajustado. En una civilización excluyente, con un sistema salarial inadecuado, parece impensable que los últimos sean primeros. Pero en el plan de Dios esta inversión de lugar está centrada en la bondad misma de Dios, que sobrepasa todo lo imaginable y siempre sorprende. ¿Cómo es nuestra manera de proceder con los otros? ¿Qué lógica domina en nuestros actos y programas?

                          Fr. Antonio Bueno Espinar O.P.
                      Convento de Santa Cruz la Real (Granada)