Después de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar.
Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.
Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Es palabra del Señor
REFLEXION
El evangelio de este día, así como el de mañana, sirve de introducción al discurso del “pan de vida” que recordaremos estos días. Tras el milagro Jesús despidió a la gente. ellos lo buscaban porque querían hacerlo rey.
Gran sorpresa matinal. Después de haber disfrutado del alimento gratuito del pan y haberlo visto marcharse caminando sobre el mar como quien no quiere la cosa… Al día siguiente, esperando que aconteciese algo similar, nada. No había nadie, ni los discípulos. ¡Qué chasco! Siguieron buscando. Fueron a Cafarnaúm; allí sí estaban. Y Jesús, que no era tonto, se dio cuenta de que lo buscaban egoístamente. Él, no obstante, ve en esa búsqueda del pan material una oportunidad para ofrecer un mensaje superior, algo que, quizá, chocó con las expectativas de la gente.
Por eso da un vuelco a lo que la muchedumbre buscaba. Ante esa búsqueda del pan material, Él quiere que sean, y seamos, consciente de que lo que Él pretende es darles de comer de otro pan, que, tomado cada día, perdura hasta la vida eterna, porque alimenta y fortalece cada día. Pero con una condición: la obra de Dios, el actuar de Dios en ellos, exige que crean en Él, el enviado del Padre… Lo demás se irá dando por añadidura.
Quizá no hemos sabido explicar bien la fuerza de ese pan, de su presencia en la Eucaristía y fuera de ella. Ese alimento que perdura se halla también en las palabras de Jesús. Ellas nos conducen hacia la vida eterna, nos dan ya desde aquí el comienzo y saboreo de la Vida, de la Vida para siempre: el sentido de la justicia, de la equidad, de la caridad sin pedir nada a cambio, del servicio a los más necesitados, de la alabanza, del silencio agradecido, de la oración sincera. Todo ello nos lleva al encuentro con el Señor Resucitado, a la contemplación serena del Misterio de Dios y de la Vida en un mundo lleno de conflictos que opacan el brillo de este bello y necesario tiempo pascual.
¿Dónde queda patente que trabajo por ese pan que perdura? ¿Cuánto tiempo dedico a la búsqueda de ese alimento?