Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al mar, embarcaron y empezaron la travesía hacia Cafarnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando.
Habían remado unos veinticinco o treinta estadios, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el mar, y se asustaron.
Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio a donde iban.
Es palabra del Señor
REFLEXION
Jesús después de la multiplicación de los panes y los peces, mientras él despedía a los allí presentes, pidió a sus discípulos que fueran en barca a la otra orilla. En medio del trayecto, las aguas se encresparon lo que provocó un cierto miedo en los discípulos.
En medio de esta situación, Jesús se acercó a ellos andando por las agua del lago. Los discípulos no le reconocen y piensa que es un fantasma, lo que aumenta su temor. Jesús tuvo que serenarles: “Soy yo, no temáis”. Y la paz volvió a sus corazones. Jesús no les había abandonado. Seguía con ellos.
Una entrañable reacción a de Jesús para sus seguidores de todos los tiempos. Jesús nos ha prometido que va a estar con nosotros siempre y que nada ni nadie nos podrá separar de su amor y de su presencia. En momentos de zozobra y de oscuridad, él saldrá a nuestro encuentro para decirnos: “Soy yo, no temáis”, sigo con vosotros.