15/4/24

EVANGELIO MARTES 16-04-2024 SAN JUAN 6 30-35 TERCERA SEMANA DE PASCUA





 En aquel tiempo, el gentío dijo a Jesús:

«¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”».

Jesús les replicó:
«En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».

Entonces le dijeron:
«Señor, danos siempre de este pan».

Jesús les contestó:
«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».

                            Es palabra del Señor

REFLEXION

El relato del evangelio que nos presenta san Juan tiene una profundidad asombrosa, a la cual debemos de introducirnos para empaparnos bien de la densidad de su mensaje. El motor que mueve el relato es la fe, que al abrazarla, nos lleva de lleno a la vida eterna. La simbología que aparece en el texto nos ayuda a ello. El pan como alimento esencial de vida. Al peregrinar por esta vida necesitamos el alimento que nos de fuerzas para seguir sin desfallecer. Tenemos como humanos la imperiosa necesidad del alimento. Sin embargo, con relativa facilidad ponemos la mirada en el alimento físico y dejamos de lado el alimento con el que se sacia nuestro interior, nuestra alma: «Jesucristo: pan de Vida».

En una de las tentaciones de Jesús en el desierto, al ser tentado por satanás, Jesús, responde con una lucidez aplastante: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,4). Es una necesidad que hay en el alma de cada ser humano, no es el pan físico, es el deseo de Dios. La sed de verdad, de absoluto, la sed de estar en Dios, por tanto, se nos muestra ese camino de la fe. En medio de las dificultades de la vida necesitamos estar centrados en Dios. Otro texto evangélico que nos muestra esa misma línea es el de la samaritana, ante el no estar a gusto con la vida que lleva la mujer, tiene el deseo de trascendencia, de buscar la verdad de su vida. Respuesta de Jesús: Los que abracen la fe, los adoradores, lo harán en espíritu y verdad. De este modo, llegan a conocer al Mesías, Salvador del mundo. O como nos dice el texto de hoy, llegar a creer en el que Dios ha enviado: Su Hijo, alimento que perdura para la vida eterna.

Peregrinar de un pueblo que atraviesa dificultades en su camino. Falta de alimento bajo un sol que abrasador. Falta de fe al reconocer que la mano de Dios Providente va acompañando ese duro tramo de la vida, como lo fue para el pueblo de Israel. Así, en el relato aparece una simbología clara entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, que sirve de catequesis para reconocer a Jesús como «Pan de vida». Los fariseos piden un signo a Jesús para creer en Él. No aceptan a Jesús como enviado por Dios. Hacen referencia al Antiguo Testamento, en el cual, Dios alimentó al pueblo de Israel en medio del desierto, con maná. En este momento, Jesús, después de haber hecho la multiplicación de los panes, habla de sí mismo como un alimento necesario, para todos aquellos que se sienten perdidos por los caminos de la vida y buscan incesantemente un horizonte que dé sentido pleno a su existir.

En nuestra existencia muchas veces experimentamos el sin sentido, dolor, noche oscura, miedo, angustia existencial, problemas que nos llevan a perder la paz y el sentido pleno por el cual estamos en esta tierra. Siguiendo la comparación entre ambos testamentos, Jesús, al tener dos naturalezas, humana y divina, hace referencia al maná bajado del cielo por Dios como símil, para que aquellos que piden un signo, entiendan realmente que Jesús, es este mismo alimento, pan de vida: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). A ese envío que Dios hace de su Hijo, el creyente, debe de hacer un ejercicio de acogida, de asimilación, de recibirlo, para que de ese modo no se tenga ni hambre ni sed en medio de los avatares de esta vida.

La obra de Jesús es una obra de amor, que se ha entregado como oblación hacia la humanidad entera. Nuestra vida adquiere sentido en tanto en cuanto, reconocemos ese inmenso regalo de Jesús hecho «pan», lo interiorizamos, nos nutrimos de él, y tratamos de hacerlo vida.  

Fray Juan Manuel Martínez Corral O.P.
Real Convento de Nuestra Señora de Candelaria (Tenerife)