Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna».
Es palabra del Señor
REFLEXION
Jesús sigue hablando a Nicodemo desde la luz de su propia Resurrección. Y, desde la Resurrección, Jesús ve su muerte inevitable como una elevación, como una exaltación. No es que Jesús exalte el dolor por el dolor ni – mucho menos aún – practique una especie de culto a la muerte.
Pero Jesús nunca separa la Pasión de la Gloria ni la muerte de la resurrección. Para Él son las dos caras de su elevación, una elevación que no tiene su sentido en sí misma, sino en nuestra curación o en nuestra salvación de la muerte. Lo mismo que la serpiente de bronce fue elevada por Moisés en el desierto para curar a los mordidos por las serpientes.
En el evangelio de san Juan, la cruz se presenta como un verdadero trono de gloria. Y así la han presentado también muchos artistas cristianos en los cristos románicos. La pasión sólo tiene sentido como camino de superación del sufrimiento y de la misma muerte. Así la aceptó Jesús por nosotros.
Cada hombre tiene que optar necesariamente por la vida o por la muerte. Los que son enemigos de la vida le rechazan y se pierden; los que están por la vida le aceptan y se salvan. Cualquier empresa salvífica sin la base del amor está condenada al fracaso.
Convento de la Virgen del Camino (León)