30/9/24

MARTES 01 DE OCTUBRE : SANTA TERESITA DEL NIÑO JESUS, PATRONA DE LAS MISIONES

 





Fue una religiosa que no destacó entre las hermanas que convivían con ella. Sin embargo, poco después de su muerte, sus tres manuscritos se convirtieron en clásicos de la literatura espiritual. En especial su Historia de un alma, que recoge una doctrina rigurosamente evangélica y ha sido traducido a múltiples idiomas.

Biografía

Teresa Martin nace el 2 de enero de 1873 en Alencon, una pequeña población de Normandía. Es la novena hija del matrimonio que forman Luis Martin y Celia Guerin. La pequeña es recibida con alegría en un hogar que había sido castigado con la muerte de cuatro de sus hijos, dos de los cuales eran varones. Luis y Celia suspiraban por un niño que llegara a ser sacerdote, pero acogen el regalo que Dios les hace en la pequeña Teresa.

La infancia de nuestra santa transcurre entre la alegría y el amor que le procuran sus padres y las cuatro hermanas mayores (Paulina, María, Leonia y Celina) y el dolor que la muerte siembra en su hogar cuando la madre, Celia, muere de cáncer el 28 de agosto de 1877. Toda la familia se traslada entonces a Lisieux, donde existe un carmelo femenino al que pronto comenzarán a volar las hijas del buen Luis Martin, quien, con generosidad heroica, entrega a sus dos hijas mayores para que sigan los pasos de Teresa de Jesús en la clausura carmelitana de Lisieux.

El año 1887, con sólo 15 años, Teresa hace a su padre una osada petición: ella también quiere ser carmelita. A pesar de su corta edad, Luis Martin, que conoce la piedad y el amor a Cristo que embellecen la vida de su reinecita –como gustaba llamarla–, no sólo no se opone a su decisión, sino que la apoya decididamente, acompañándola en una peregrinación a Roma para obtener un permiso especial del papa León XIII. A pesar de las habladurías que llenan todo Lisieux, acusando a las monjas de querer a la niña como juguete particular de un carmelo en el que ya vivían dos de sus hermanas, el obispo de Bayeux-Lisieux accede al ingreso de Teresa el 9 de abril de 1888.

Poco después, la vida de Luis Martin se convierte en un calvario por causa de varias congestiones cerebrales que le llevan a la demencia. Atendido por Celina y Leonia, muere en 1894. Teresa le dedica su Plegaria de la hija de un santo.

Mientras, en el Carmelo, Teresa afirma haber encontrado la vida religiosa tal y como se la imaginó. La pobreza material no le asusta. Tampoco la pobreza espiritual y mental de algunas de sus hermanas, que hacen insufrible la vida de comunidad. A todas trata Teresa con el mismo amor y respeto, desempeñando pacientemente todos los oficios que se le encargan en la comunidad desde su profesión en 1890.

Desde 1893 Teresa es encargada de las novicias. Recae sobre ella la responsabilidad de educar a las jóvenes que van entrando en la vida carmelitana, a pesar de que sólo cuenta 20 años. En 1895 comienza a redactar los primeros recuerdos de su vida por mandato de la madre Inés de Jesús, nombre en religión de su hermana Paulina.

En 1896, la noche (del Jueves al Viernes Santo, Teresa sufre una hemoptisis; es el preludio de la dolencia –tuberculosis–que le llevará a la muerte. Continúa, pese a la enfermedad, con sus trabajos, sigue recopilando sus recuerdos y escribe algunos poemas. A principios de abril de 1897, la afección se revela en toda su crudeza y en agosto recibe la última comunión. Su hermana Paulina, madre Inés, va recogiendo las últimas palabras de la santa. El 30 de septiembre de 1897, a las 19:20, muere Teresa Martin exclamando: ¡Oh, le amo, Dios mío, os amo!

Una espiritualidad evangélica

Sor Teresa del Niño Jesús y la Santa Faz fue una religiosa poco menos que ordinaria para muchas de las hermanas que convivían con ella. Sin embargo, los designios de la Providencia harían de ella una de las santas más conocidas en la historia de la Iglesia.

Poco después de su muerte, a raíz de la publicación de los recuerdos que de su vida había consignado ella misma en tres manuscritos, se desató en torno a Teresa un auténtico huracán de gloria: su Historia de un alma, se convirtió muy pronto en un clásico de la literatura espiritual, traducido a numerosos idiomas, y al carmelo empezaron a llegar miles de cartas de Francia, Europa y el mundo entero narrando incontables apariciones e intervenciones milagrosas de la santa (en 1918 se recibía una media de 500 cartas al día).

Lísieux era en un intenso foco de irradiación de la doctrina de Santa Teresita, a través de la difusión de su biografía, a cargo de su hermana Paulina (madre Inés), y la producción de retratos y estampas que realizaba otra de sus hermanas: Celina (sor Genoveva). En un espacio de tiempo relativamente breve, la espiritualidad de Teresa había calado hondo en la Iglesia y la devoción popular era muy intensa.

Fue beatificada en abril de 1923; sólo dos años más tarde llegaría su canonización. Hoy, además de mantener una fuerte devoción popular, la teología sigue apreciando los contenidos de su doctrina y eminentes teólogos han dedicado estudios a su espiritualidad o la citan con profusión en sus trabajos, pues la contemplan como último pico de una cordillera mistica que, arrancando en Ignacio de Antioquía y Gregorio de Nisa, corre por la historia en los nombres de Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, etc. (E. Biser). Así, parece que Teresa ha salido de la plaza para subir a un areópago reservado a elites.

Los acercamientos rigurosos y actuales a la espiritualidad teresiana resaltan hoy como su mayor valor el de ser una doctrina rigurosamente evangélica. Desde los escritos y la vida de Teresa se puede, sin duda, volver al Evangelio. Su aventura espiritual arranca del descubrimiento de un amor primero de Dios sobre su vida. Para Teresa, lo divino es esencialmente presencia paterna –diríamos materna– que se manifiesta como ternura y misericordia.

Este hallazgo no es para ella fruto de un golpe de conversión, sino corona de un proceso interior apasionante desarrollado entre 1889 –un año después de su entrada en el carmelo— y culminado hacia 1895, en un entorno especialmente agresivo. El ambiente espiritual, en el que se desarrolla la vida de nuestra santa, es absolutamente chocante: la piedad de aquella época se definía esencialmente por la reparación.

Se concebía a Dios como un ser herido por el desprecio del hombre: el auge del ateísmo, el rechazo del catolicismo, la postergación temporal del papa, el liberalismo... Estos y otros cánceres corrompen la vida del hombre y le apartan de un Dios lleno de ira hacia quien de tal modo le rechaza. Esto era especialmente grave en Francia, con sus antecedentes de jansenismo, donde a los católicos parecía increíble que la hija predilecta de Roma volviera la espalda, de un modo tan evidente, a los valores en torno a los cuales se había articulado históricamente como nación.

La respuesta de Teresa fue en aquel momento reivindicación del auténtico rostro de Dios y puede serlo también ahora, cuando la experiencia pastoral nos informa de la pervivencia de una imagen de lo divino como justicia vindicativa que constriñe la vida de los fieles hasta sus aspectos más íntimos. Podemos recuperar para el caudal de la espiritualidad cristiana una imagen de Dios absolutamente evangélica, que imprime en la vida de Teresa un doble movimiento liberador del que está necesitada nuestra Iglesia: de una parte, en su relación personal con el Padre, confianza en la misericordia absoluta; de otra, en las relaciones con los demás, compasión y ternura sin límites, comprensión para todas las faltas que ha sido aprendida en la escuela de la misericordia divina, y pequeños gestos de amor que refrescan la vida en el plano de las relaciones interpersonales.

Emilio Martínez O.C.D

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),

EVANGELIO MARTES 01-10-2024 SAN LUCAS 9, 51-56 XXVI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él.
Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron:
«Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?».
Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea.

                                          Es palabra del Señor

REFLEXION

“Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén”. Con esta decisión, comienza la etapa final, la etapa más importante de su vida. Por esta decisión de Jesús, Jerusalén se va a convertir en el centro geográfico de toda la historia de la salvación. En Jerusalén Jesús nos dará la mayor prueba de su amor al morir en la cruz y asumir así lo más doloroso de nuestras existencias.

Desde Jerusalén Jesús entrará, por la resurrección, en una vida nueva, vida que Él inaugurará no sólo para Sí mismo sino también para todos nosotros. En Jerusalén nacerá igualmente la Iglesia, la comunidad de los discípulos de Jesús, unida por el Espíritu Santo que Jesús les va a enviar.

Jesús inicia, pues, el viaje definitivo de su vida: desde Galilea a Jerusalén y al Padre. No hará este viaje solo: lo hará acompañado de sus discípulos. Pidamos al Señor que nosotros también le acompañemos realmente en este viaje suyo compartiendo con Él las mismas esperanzas y las mismas penas.

Fr. Carlos Oloriz Larragueta O.P.
Convento de la Virgen del Camino (León)

29/9/24

EVANGELIO LUNES 30-09-2024 SAN LUCAS 46-50 XXVI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, se suscitó entre los discípulos una discusión sobre quién sería el más importante.
Entonces Jesús, conociendo los pensamientos de sus corazones, tomó de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo:
«El que acoge a este niño en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado. Pues el más pequeño de vosotros es el más importante».
Entonces Juan tomó la palabra y dijo:
«Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no anda con nosotros».
Jesús le respondió:
«No se lo impidáis: el que no está contra vosotros, está a favor vuestro».

                           Es palabra del Señor

Hay virtudes que hoy suscitan poco interés entre muchas personas. Dos de ellas son la humildad y la tolerancia. De esta segunda se habla mucho; todos nos confesamos tolerantes, ¡faltaría más!, aunque, a veces, más que tolerantes seamos desinteresados, indiferentes, cosa bien distinta. De la humildad –de humus, tierra- casi no se habla. Más de uno pensará que es contraproducente y se opone a la autoestima. Nada tiene que ver con ello.

Jesús, en el evangelio de hoy, nos remite a esas virtudes. La humildad no está de moda; parece que tampoco lo estaba en tiempos de Jesús. Llevamos todos en nuestro interior deseos de tener poder, afán de que se nos reconozca, poder de decidir lo que han de hacer los demás, mandar; estar por encima de los otros. Es la razón de la discusión de los apóstoles: quién sería el más importante entre ellos.

Jesús aconseja a los suyos no tener esas aspiraciones. Al contrario, invita a ser el “más pequeño”. El mundo invita a ser más que los demás. Se constata fácilmente. Solo, nos dice Jesús, el más pequeño ha de ser el más importante porque es pobre, porque tiene necesidad de los demás. San Pedro parece que después de mucho tiempo lo entendió bien y lo aconsejaba así a aquellos primeros cristianos: tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, para dar su gracia a los humildes (1 P 5,5b).

“Los nuestros”

Juan presenta a Jesús un problema: alguien que no es de los nuestros expulsa demonios y se lo hemos prohibido. Ante ello Jesús indica que a nadie que hace el bien, sea o no de los nuestros, se le puede prohibir hacerlo. Lo que importa siempre es que, con ello, se anuncie el Reino de Dios.

Este hecho nos habla de algo fundamental: de la fraternidad evangélica. Esta va más allá de grupos e ideología. No es preciso ser del grupo de Jesús o tener autoridad para hablar de Él. Lo que cuenta, siempre, no es quién habla; lo que importa es que con sus palabras o sus hechos anuncie el Reino de Dios, anuncie a Jesucristo. Jesús invita a ser tolerantes que no es otra cosa que aceptar al diferente, valorar su condición de hijo de Dios y anunciar, desde la aceptación del otro, la verdad de Jesucristo. 

Hoy es un buen día para reflexionar sobre el dolor o el sufrimiento en nuestra vida. ¿Cómo lo vivo? ¿Qué me ayuda a ser fiel a Dios en esos momentos y a no perder la confianza en Él?

Recordando el evangelio podemos preguntarnos: ¿Cuándo vivo la humildad? ¿Qué nivel de tolerancia hay en mi vida respecto de aquellos con los que vivo?

Fray Salustiano Mateos Gómara O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)

28/9/24

DOMINGO 29 DE SEPTIEMBRE : DIA DE LA ORACION POR CHILE

 


Virgen del Carmen, Estrella de Chile, en la bandera presides nuestros días y en las noches tormentosas sabiamente alumbras el camino. Madre de la Iglesia, Tú recibes y nos entregas a Cristo; contigo nos ofrecemos a Él, para que sobre Chile extienda los brazos salvadores de su Cruz y la esperanza de su resurrección.

Todos invitados a esta celebración que se realizará en nuestro principal templo a las 11,00hrs. y que será una misa a la Chilena..

DOMINGO 29-09-2024 : VIGESIMO SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 





Los textos que nos propone la liturgia de este XXVI domingo del Tiempo Ordinario nos revelan a un Dios generoso, un Dios que no discrimina ni excluye, sino que derrama su gracia y su Espíritu sobre todos, sin distinción.

La primera lectura, del libro de los Números, nos habla de Eldad y Medad que, llenados del Espíritu de Dios, profetizan en el campamento de los israelitas. Josué pide que los detengan y Moisés responde que desea que todo el pueblo, como Eldad y Medad, recibiera el Espíritu del Señor y profetizara.

Por ese mismo camino nos orienta el texto evangélico. Refiriéndose a un desconocido que expulsaba demonios en nombre de Jesús, el Maestro dice a los Apóstoles que quieren detenerlo: «No detengáis al que actúa en mi nombre».

Centraremos nuestra reflexión en estos textos, que nos llaman a descubrir la fuerza del Espíritu que actúa más allá de las fronteras impuestas por los hombres.

Fr. Jesús Nguema Ndong Bindang
Convento del Santo Nombre de Jesús (Lyon)

LEXTURAS DEL DOMINGO 29-09-2024 XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Primera Lectura

Lectura del Libro de los Números 11, 25-29

En aquellos días, el Señor bajó en la Nube, habló con Moisés y, apartando algo del espíritu que poseía, se lo pasó a los setenta ancianos. En cuanto se posó sobre ellos el espíritu, se pusieron a profetizar. Pero no volvieron a hacerlo.

Habían quedado en el campamento dos del grupo, llamados Eldad y Medad. Aunque eran de los designados, no habían acudido a la tienda. Pero el espíritu se posó sobre ellos, y se pusieron a profetizar en el campamento.

Un muchacho corrió a contárselo a Moisés:
«Eldad y Medad están profetizando en el campamento».

Josué, hijo de Nun, ayudante de Moisés desde joven, intervino:
«Señor mío, Moisés, prohíbeselo».

Moisés le respondió:
«¿Es que estás tú celoso por mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor recibiera el espíritu del Señor y profetizara!».

                                      Es palabra del Señor

Salmo

Sal. 18, 8. 10. 12-13. 14 R: Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R.

El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R.

Aunque tu siervo es instruido por ellos
y guardarlos comporta una gran recompensa.
¿Quien conoce sus faltas?
Absuélveme de lo que se me oculta. R.

Preserva a tu siervo de la arrogancia,
para que no me domine:
así quedaré libre e inocente
del gran pecado. R.



Segunda Lectura

Lectura de la carta del Apóstol Santiago 5, 1-6

Atención, ahora, los ricos: llorad a gritos por las desgracias que se os vienen encima.

Vuestra riqueza está podrida y vuestros trajes se han apolillado. Vuestro oro y vuestra plata están oxidados y su herrumbre se convertirá en testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego.

¡Habéis acumulado riquezas... en los últimos días!

Mirad el jornal de los obreros que segaron vuestros campos, el que vosotros habéis retenido, está gritando, y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor del universo.

Habéis vivido con lujo sobre la tierra y os habéis dado a la gran vida, habéis cebado vuestros corazones para el día de la matanza. Habéis condenado, habéis asesinado al inocente, el cual no os ofrece resistencia.

                       Es palabra del Señor

REFLEXION

  • Iª Lectura: Números (11,25-29): El Espíritu "en el pueblo"

 La primera lectura, del libro de los Números (11,25-29) nos cuenta un episodio extraño, propio de las religiones ancestrales, en el que un grupo de ancianos, recibiendo el espíritu de Moisés, se ponen a profetizar. Era como una ayuda que Moisés tuvo para atender a los problemas de impartir justicia y orientar al pueblo en el desierto. Pero quizás lo más importante de esta lectura sea poner de manifiesto que el Espíritu, como don de Dios, no se puede reducir a unas formas exclusivamente institucionales. Esos dos personajes llamados Eldad y Medad representan a aquellos que han recibido un don carismático fuera de los ámbitos institucionales.

 En realidad, no son los protagonistas de esta lectura los ancianos, ni Moisés, ni estos dos personajes mencionados, sino que es el Espíritu que impulsa a los hombres. Por ello es muy digna de consideración la actitud de Moisés quien, ante el escándalo de su asistente Josué, afirma que es todo el pueblo el está llamado a profetizar. Y profetizar, en primer lugar, significa abrirse al don del Espíritu, y después ponerse al servicio de todos para trasmitir la voluntad salvadora de Dios.

  • IIª Lectura: Santiago (5,1-6): Contra los ricos

 La carta de Santiago nos ofrece uno de sus textos más famosos y más duro sobre los ricos y las riquezas. Hay toda una filosofía y una dialéctica sobre si lo peor es ser ricos o es la misma riqueza. En realidad la riqueza ¿qué es? ¿es en sí mala? Se ha dicho que la riqueza no existe si alguien no la practica. El texto de Santiago habla a los ricos, y la riqueza es su condena. El problema, pues, es acumular injustamente bienes, robando, matando o impidiendo que otros tengan los necesario. Ese es el ejemplo de la riqueza con el que se opera en la carta de hoy.

 Existen cosas bellas acumuladas, que no son de nadie, o son patrimonio de un pueblo o de la humanidad, o de museos, y sabemos que esa riqueza no afecta a la injusticia del mundo. La riqueza de la que aquí se habla es aquella que se posee por la injusticia y la sin razón. Por ello, pues, son los ricos los que caen bajo las palabras directas de esta invectiva moralizante del autor de la carta de  Santiago. Por lo tanto, ser ricos en esas condiciones en las que se pone de manifiesto la injusticia, la acumulación de lo que no es necesario, mientras otros pasan hambre o no tienen trabajo, es verdaderamente antievangélico.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)


EVANGELIO DOMINGO 29-09-2024 SAN MARCOS 9, 38-43,45,47-48 XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús:
«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros».

Jesús respondió:
«No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.

Y el que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos a la “gehenna”, al fuego que no se apaga.

Y, si tu pie te hace pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies a la “gehenna.”

Y, si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la “gehenna”, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga».

                                     Es palabra del Señor

REFLEXION

 El evangelio de hoy nos cuenta una pequeña historia, parecida a la que hemos encontrado en la vida de Moisés sobre el espíritu que se da libremente a dos personajes que no pertenecían al grupo de los ancianos. En este caso, Juan, ha encontrado a alguien que hace milagros o exorcismos y quiere impedírselo como si eso fuera exclusivo de Jesús, el profeta de Nazaret. Pero Jesús, en una respuesta que se asemeja a la de Moisés exige que no se le impida, porque todo el que hace el bien (ese es el sentido que puede tener el hacer milagros en nuestro texto) no puede estar contra Jesús que vino a hacer el bien a los hombres. Es verdad que existe otra sentencia de Jesús, de la fuente Q, que no estaría en esta línea (cf Mt 12,30; Lc 11,23): “quien no está conmigo, está contra mí” y que expresaría la radicalidad de algunos profetas itinerantes que defendieron un exclusivismo como el de Juan.

 Es verdad que el conjunto de dichos que se concentran en Mc 9,42-50 se presta a muchas lecturas. Están expresados con los giros semíticos propios del lenguaje de contraste. Nadie debe tirarse al mar atado a una piedra; como nadie puede odiar a los suyos por amar a Jesús y su evangelio. El escándalo del que nos habla el evangelio de hoy no está relacionado con un puritanismo moralizante que lleva a excesos inhumanos. Es un escándalo de los “pequeños”, los que pueden ser “exorcistas extraños”, pero que no son contrarios al evangelio, a la bondad, a la sabiduría divina. Con sus obras, con sus actitudes y sus luchas deben ser considerados en toda su dignidad, aunque no sean de los nuestros. Se quiere poner de manifiesto, por parte de Jesús, que en ellos también hay algo del reino que él ha venido a traer.

 Esta enseñanza del evangelio de hoy pone de manifiesto que la praxis cristiana no puede defenderse como exclusivismo y como independencia absoluta. Todos los hombres son capaces del bien, porque todos los hombres han recibido los dones de Dios. Por lo mismo, allí donde se trabaja por los demás, donde se abren las puertas a los hambrientos y los sedientos, aunque no conozcan al Dios de Jesús, allí los cristianos pueden participar sin exigir garantías jurídicas que justifiquen sus compromisos. La comunidad cristiana, la Iglesia, no debe presentarse como el “gheto” de los salvados o redimidos con criterios de puritanismo y legalismo, porque esta promesa es para todos los hombres.


Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)

27/9/24

EVANGELIO SABADO 28-09-2024 SAN LUCAS 9, 43b-45 XXV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:
«Meteos bien en los oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres».
Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no captaban el sentido.
Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.

                     Es palabra del Señor

REFLEXION

Jesús gozaba ya de “admiración general por lo que hacía”. Y desde esta situación, para no ocultarles su verdad y cuál va a ser su futuro,  dice a sus discípulos: “Meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del Hombre lo van a entregar en manos de los hombres”.  Los discípulos no entendieron lo que les decía. Pero “les daba miedo preguntarle sobre el asunto”.

De alguna manera, los cristianos de nuestra generación, tenemos una ventaja sobre los discípulos de Jesús. Conocemos su vida, muerte y resurrección y toda la buena noticia que vino a traernos. Y no tenemos miedo ni ningún reparo, principalmente a nivel personal, de preguntarle todo lo que queramos de Jesús. Si nos atrevemos es porque nos ha quedado claro que vino hasta nosotros, que vivió por nosotros, que murió por nosotros y que sus palabras nos las dirigió también a nosotros, para que tengamos “vida y vida en abundancia”.

Y aunque ha muerto, ha resucitado y no solo está en el cielo. Vive entre nosotros. De manera muy especial notamos su presencia amorosa en la eucaristía, donde nos sigue entregando su cuerpo y su sangre… su persona. “Yo estaré siempre con vosotros hasta la consumación de los siglos”. Sigamos disfrutando de su continua presencia amorosa y abrámosle nuestro corazón siempre que lo necesitemos... sabiendo que nos va a escuchar.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)

27 DE SEPTIEMBRE : MISA EN NUESTRO PRINCIPAL TEMPLO

 


     Los esperamos hoy a las 19,00hrs. en nuestro principal templo, para celebrar todos juntos la solemnidad de San Vicente de Paul, fundador de la congregación de la Misión a la cual pertenecen nuestros sacerdotes, P. Gabriel y P. Cristopher.


26/9/24

27 DE SEPTIEMBRE : SAN VICENTE DE PAUL, PATRONO DE LA OBRAS DE CARIDAD

 





Presbítero, fundador de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad. Nombrado Limosnero Real por Luis XIII, función en la cual luchó por mejorar las condiciones de los campesinos y aldeanos. Realizó una labor caritativa notable, por la cual recibe el título de apóstol de los pobres

El embajador de los pobres, el padre de los pobres, el siervo de los pobres, el apóstol de la caridad, el paladín de la caridad, el genio de la caridad, un constructor de la iglesia moderna, el gran santo del gran siglo..., son algunos de los títulos que distintos biógrafos han dado a Vicente de Paúl en el afán de condensar en una sola frase la vida polifacética del santo fundador de la Congregación de la Misión y de las Hijas de la Caridad. Todas ellas aciertan en cierta medida, pero ninguna consigue expresarlo en su totalidad.

Una infancia campesina

Vicente de Paúl era de origen campesino y pobre. Había nacido a fines del XVI, el martes de Pascua de 1581 o 1580, según distintos cálculos en Pouy, un pueblecito del Sur de Francia vecino a Dax, en el seno de una modesta familia de campesinos libres.

Según su primer biógrafo, el muchacho dio pronto muestras de una singular piedad, de un agudo sentido de la caridad cristiana y de una viva inteligencia. Su padre, buen observador, decidió que había que darle carrera. Ahora bien, carrera, en el cerrado horizonte de la sociedad estamental en que crecía Vicente, significaba hacerse sacerdote.

Con esta intención, y aconsejado por el juez de la localidad, señor de Comet, lo llevó un buen día al colegio de los franciscanos de Dax. Del colegio de los franciscanos, Vicente pasó a la universidad, o mejor a las universidades, pues estudió una temporada en la de Zaragoza y luego en la de Toulouse. El 23 de septiembre de 1600, Vicente recibía la ordenación sacerdotal.

Desventuras juveniles

[…] Para ganar el jubileo del fin de siglo, Vicente realizó su primer viaje largo, que le llevó hasta Roma. No consiguió la parro-quia, pero, en cambio, se conmovió hasta las lágrimas pisando las huellas de los mártires en las arenas del Coliseo. Es una de las pocas anécdotas edificantes que Vicente cuenta de sí mismo.

A la vuelta de Roma, después de este primer fracaso, Vicente continuó cuatro años estudiando en Toulouse. […] Y entonces sobrevino lo inesperado, uno de esos sucesos imprevistos que cambian el curso de una vida. Al regreso de un viaje a Marsella, adonde había ido persiguiendo una herencia, el barco en que viajaba hacia Narbona fue asaltado por tres bergantines berberiscos. Vicente, herido en una pierna, fue hecho prisionero con el resto de la tripulación, llevado a Túnez y vendido allí como esclavo. Pasó por varios amos. El cuarto era un renegado de Niza, que lo llevó al interior del país para cultivar sus tierras. Allí iba a encontrar Vicente el camino de su liberación. Una de las mujeres del renegado, musulmana de nacimiento, gustaba de ir al campo donde Vicente trabajaba. Un día le invitó a cantar. Vicente entonó con nostalgia y sentimiento el salmo de la cautividad: Junto a los ríos de Babilonia..., y luego, con esperanza y devoción, la Salve Regina. La mujer quedó impresionada de aquellos acentos y por la noche dijo a su marido que había hecho mal en dejar una religión tan bella. El renegado sintió renacer en él, acaso no la había perdido nunca, la vieja fe de su juventud. El caso es que, puesto al habla con Vicente, le prometió que en poco tiempo encontraría el medio de escaparse juntos a Francia, Pasaron diez meses. Por fin, en el verano de 1607, a bordo de un pequeño esquife, amo y criado emprendieron a escondidas la azarosa travesía del Mediterráneo. El 28 de junio lograban arribar a Aguas Muertas. Desde allí se trasladaron a Aviñón, donde el vicelegado Pedro Montorio acogió públicamente al renegado con lágrimas en los ojos y sollozos en la gargama. A Vicente lo incorporó a su séquito y se lo llevó consigo a Roma.

Pero no habían terminado todavía las desventuras de Vicente. En Roma, monseñor Montorio lo mantuvo durante meses con vanas promesas. Cansado de esperar, Vicente regresó a su país probablemente a principios cíe 1609 y se instaló en París con el propósito de gestionar la adquisición de algún beneficio eclesiástico que le permitiera ser provechoso para su familia. Nunca volvería a salir de Francia. Sus años de peregrinación habían terminado.

Llevar el Evangelio a los pobres

[Tras varias laboreles pastorales], una gran familia de la nobleza, los Gondi, a la que pertenecían el obispo de París y el general de las Galeras de Francia, Felipe Manuel de Gondi, necesitaba un capellán. Bérulle pensó en Vicente y lo envió a aquella casa como capellán, director espiritual de la señora, Margarita de Silly, y preceptor de sus hijos. Vicente entró en el castillo de la poderosa familia dispuesto a cumplir sus deberes lo mejor posible. Sólo que, sin que él lo sospechara, era allí donde le iba a ser revelada su vocación definitiva.

Un día de enero de 1617 se encontraba Vicente acompañando a la señora de Gondi, en el castillo de Folleville, por tierras de Picardía. Desde la cercana localidad de Gannes llegó el aviso de que un campesino moribundo quería ver al señor Vicente. Éste acudió inmediatamente a la cabecera del enfermo y le animó a que hiciese confesión general de toda su vida. Aquel hombre tenía fama de honrado y virtuoso. Pero en su conciencia ocultaba pecados que nunca había confesado. Ahora los declaró todos. Vicente tuvo el sentimiento de que, en un último momento de gracia, arrancaba un alma de las garras del maligno. El campesino sintió lo mismo. De no haber sido por aquella confesión general, se hubiera condenado eternamente, Le invadió un gozo incontenible. Hizo entrar en la pobre estancia a su familia, a sus vecinos, a la misma señora de Gondi y confesó públicamente pecados que antes no había osado revelar en secreto. Daba gracias a Dios, que le había salvado por medio de aquella confesión general. La señora de Gondi se estremeció de terror: «Señor Vicente: ¿qué es lo que acabamos de oír. Si este hombre, que pasaba por hombre de bien, estaba en estado de condenación, ¿qué ocurrirá con los demás, que viven tan mal.? ¡Ay, señor Vicente, cuántas almas se pierden! ¿Qué remedio podemos poner?.

De común acuerdo, Vicente y la señora encontraron uno. La semana siguiente Vicente predicaría en la iglesia de Folleville un sermón sobre la confesión general y la manera de hacerla bien. Se escogió para ello el miércoles 25 de enero, fiesta de la Conversión de San Pablo, Vicente habló con claridad y fuerza. Instruyó, conmovió, arrastró. «Dios bendijo mis palabras», dice él sobriamente. La gente acudió en masa a confesarse. Vicente y el sacerdote que le acompañaba no daban abasto. Hubo que pedir ayuda a los jesuitas de Amiens, de lo que se encargó la señora. Aun así se vieron desbordados pot' la afluencia de penitentes. En los días siguientes repitieron la predicación y las exhortaciones en las aldeas vecinas, siempre con el mismo éxito clamoroso. Fue una revelación. Vicente sintió que aquélla era su misión, aquélla era para él la obra de Dios: llevar el Evangelio al pobre pueblo campesino.

En los meses siguientes, Vicente se entregó con ardor a la tarea de predicar misiones. Pero le disgustaba tener que dedicar tanto tiempo a las confesiones de la señora y a la instrucción de sus hijos. Secretamente le pidió a Bérulle que le liberase de aquella servidumbre. Bérulle le buscó otro empleo. Le envió de párroco a un pueblecito de la diócesis de Lyon, Chátillon-les-Dombes. Sin despedirse de los Gondi, Vicente se trasladó a su nueva parroquia. Reemprendió los trabajos que había desempeñado en Clichy y, en poco tiempo, logró transformar en fervorosa una feligresía mediocre y tibia, Estando en ello, tuvo la segunda gran revelación.

La misión y la caridad organizada

Un domingo de agosto, mientras se revestía para la misa, le avisaron de que en las afueras del pueblo, una pobre familia se encontraba en estado de extrema necesidad. Vicente aprovechó la homilía para exponer a los fieles la situación, Su compasión fue contagiosa o, como él diría, «Dios tocó el corazón» de los oyentes. Por la tarde, cuando él se dirigía a visitar a aquella familia, fue encontrando por el camino, con sorpresa suya, multitud de personas que iban o venían del mismo caritativo cometido. Vicente administró los sacramentos a los más graves. Vio también la gran cantidad de socorros que los feligreses habían aportado. Aquel espectáculo despertó sus reflexiones. «Esta caridad no está bien ordenada», pensó. Era necesario organizarla.

Tres días más tarde, Vicente reunió a un grupo de piadosas señoras y las animó a crear una asociación para asistir a los pobres enfermos de la villa, Las damas se comprometieron a empezar la buena obra al día siguiente, realizando el servicio cada día una, por orden de inscripción. Vicente redactó un reglamento, lo hizo aprobar por el vicario general de la diócesis y erigió formalmente la cofradía el día 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada. Había nacido la primera asociación de caridad.

Así fue como Vicente descubrió en la doble experiencia de 1617 las dos indigencias que aquejaban a los pobres: el hambre y la falta de instrucción religiosa, con sus dos gravísimas secuelas: la muerte física y la condenación eterna. Él lo resumiría más tarde en una frase lapidaria: 'Los pobres se mueren de hambre y se condenan». Pero al mismo tiempo descubrió los dos grandes remedios con que había de hacer frente a ambos males: la misión y la caridad, los dos cauces de su vocación.
La señora de Gondi no estaba dispuesta a privarse de su capellán. Puso en juego todas sus influencias, incluida la de Bérulle, para hacerle regresar a su casa. Así tuvo que hacerlo Vicente en la Navidad de aquel mismo año, 1617. Pero lo hizo con una doble condición: que le dieran un ayudante en el cargo de preceptor de los pequeños Gondi y que se le permitiera dedicar su tiempo libre a la predicación de misiones por las aldeas. Poco después entró en contacto con otra gran personalidad que influiría notablemente en su pensamiento, el obispo de Ginebra, San Francisco de Sales (-24 de enero), que, llegado a París con una misión diplomática, se hospedó en la casa de los Gondi. Vicente le trató asiduamente y el fundador de la Visitación, a su marcha de la capital, confió la dirección del primer monasterio de París a aquel desconocido sacerdote, que, a sus ojos, empezaba ya a ser un santo.

Las dos grandes fundaciones

Los años que van desde 1617 a 1633 están ocupados en la vida de Vicente por una gran actividad fundacional. Ante todo, la Congregación de la Misión, o, como él decía simplemente, la Misión.

Entre 1618 y 1625, Vicente misionó todas las tierras de los Gondi, marido y mujer: un total de 30 ó 40 núcleos de población, y en todos ellos fundó la Cofradía de la Caridad. En sus correrías misioneras, se dio cuenta de que necesitaba ayudantes. La señora de Gondi quería hacer de las misiones una fundación permanente. Entonces sugirió a Vicente que fundase una nueva [Congregación]. La idea, que acaso acariciaba ya el propio Vicente, se abrió paso en su espíritu poco a poco.

El pequeño grupo de misioneros estaba formado por cuatro sacerdotes, de los cuales el primero era el fiel Antonio Portail. El arzobispo de París, un Gondi, les cedió para residencia un antiguo colegio universitario de la Sorbona, el de Bons Enfants, del que Vicente fue nombrado principal, haciendo valer para ello su flamante título de licenciado en Derecho Canónico. Allí residieron hasta que, en 1632, la naciente congregación adquirió, por donación de su titular, el viejo y espacioso priorato de San Lázaro, a las puertas de París.

Y empezaron a misionar. Fueron los años heroicos. Los misioneros, dos, tres o cuatro sacerdotes, iban de aldea en aldea, dejando a un vecino la llave de su residencia. Apenas llegados al lugar y descargado el ligero equipaje, empezaban unas jornadas de intensa predicación. Cada misión era como una nueva fundación del cristianismo. Según el tamaño de la población, el trabajo podía prolongarse hasta cinco o seis semanas e incluso dos meses. Nunca bajaba de quince días ni siquiera en las más pequeñas aldeas. El horario se acomodaba al ritmo laboral. Por la mañana temprano, el sermón sobre las grandes verdades, las virtudes y los pecados más ordinarios. A la una de la tarde, el catecismo de los niños. Al anochecer, finalizado el trabajo del campo, el gran catecismo, en el que se explicaban a los adultos los artículos del credo, la oración dominical, los mandamientos de Dios y de la Iglesia, los sacramentos y el avemaría.

Pero no se trataba de un cursillo meramente teórico. La exposición de las verdades —misión catequética— iba acompañada de enérgicas exhortaciones al cambio de vida, Conforme a las recomendaciones de Trento y la experiencia personal de Vicente, »ésa es mi fe y mi experiencia», la misión culminaba con la confesión general y se clausuraba con una bonita fiesta eucarística. Era un cursillo intenso de cristianismo en que todos habían participado. El pueblo, tanto tiempo des-cuidado, descubría como una novedad el tesoro de su fe adormecida. Para coronar su obra, las misiones terminaban invariablemente con la fundación de la cofradía establecida por primera vez en Chátillon.

Vicente se preocupó en seguida de obtener para su congregación la aprobación de la Santa Sede. Tras laboriosas gestiones, el papa Urbano VIII por la bula Salvatoris nostri, de 12 de enero de 1633 aprobaba la Congregación de la Misión.

En los primeros años, la congregación se dedicó exclusivamente a la predicación de misiones, pero muy pronto la providencia le deparó otro campo de apostolado: la reforma del clero. En 1628, el obispo de Beauvais, Agustín Potier, habló a Vicente de la necesidad de instruir pastoral y espiritualmente a los jóvenes aspirantes al sacerdocio. La obra se extendió pronto a otras diócesis y, en particular, a la de París. De ella nacería en 1633 otra institución Vicenciana, las Conferencias de los martes, asociación de eclesiásticos que se comprometían a reunirse una vez por semana para estudiar algunos puntos de moral o liturgia y meditar sobre los deberes sacerdotales.

Entretanto, Vicente no descuidaba el segundo aspecto de su vocación, la caridad corporal. Las misiones habían difundido, por una gran parte de Francia, la cofradía fundada en Chátillon. Muchas parroquias de París la habían establecido. Pero surgió un problema. Las damas de la capital se resistían a ejercer personalmente los humildes oficios exigidos por la asociación, sobre todo el de llevar la comida y cuidar a los enfermos en sus domicilios. Vicente concibió entonces un nuevo proyecto, una comunidad de mujeres que se dedicaran exclusivamente a esos menesteres. La estrecha relación que desde 1624 sostenía con una de las Damas de la Caridad, Luisa de Marillac, viuda de Antonio Le Gras, y el encuentro casual con una candorosa muchachita campesina, Margarita Naseau, deseosa de servir a los pobres, le proporcionaron los medios para llevarlo a cabo. Puso a la joven y a otras, que poco a poco se le fueron juntando, bajo la dirección de la señora Le Gras y en el domicilio de ésta formó el 29 de noviembre de 1633 la Compañía de las Hijas de la Caridad.

De este modo, en 1633, Vicente había puesto en pie todas las instituciones, mediante las cuales iba a poder acometer en su larga y fecunda vida sus grandes realizaciones.

[San Vicente de Paúl] Expiró el 27 de septiembre, a las cinco menos cuarto de la mañana, sentado junto al fuego y rodeado de todos los suyos y bendiciendo una por una todas las obras que había puesto en mar-cha. Su última jaculatoria fue la invocación: «Dios mío, ven en mi auxilio», y su última palabra, el nombre de Jesús. Un testigo ocular dice que permaneció bello y más majestuoso que nunca». Fue beatificado el 21 de agosto de 1729 y canonizado el 16 de junio de 1737.

José María Román, C.M.

Texto tomado de: Martínez Puche, José A. (director),