Es palabra del Señor
Hay virtudes que hoy suscitan poco interés entre muchas personas. Dos de ellas son la humildad y la tolerancia. De esta segunda se habla mucho; todos nos confesamos tolerantes, ¡faltaría más!, aunque, a veces, más que tolerantes seamos desinteresados, indiferentes, cosa bien distinta. De la humildad –de humus, tierra- casi no se habla. Más de uno pensará que es contraproducente y se opone a la autoestima. Nada tiene que ver con ello.
Jesús, en el evangelio de hoy, nos remite a esas virtudes. La humildad no está de moda; parece que tampoco lo estaba en tiempos de Jesús. Llevamos todos en nuestro interior deseos de tener poder, afán de que se nos reconozca, poder de decidir lo que han de hacer los demás, mandar; estar por encima de los otros. Es la razón de la discusión de los apóstoles: quién sería el más importante entre ellos.
Jesús aconseja a los suyos no tener esas aspiraciones. Al contrario, invita a ser el “más pequeño”. El mundo invita a ser más que los demás. Se constata fácilmente. Solo, nos dice Jesús, el más pequeño ha de ser el más importante porque es pobre, porque tiene necesidad de los demás. San Pedro parece que después de mucho tiempo lo entendió bien y lo aconsejaba así a aquellos primeros cristianos: tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, para dar su gracia a los humildes (1 P 5,5b).
“Los nuestros”
Juan presenta a Jesús un problema: alguien que no es de los nuestros expulsa demonios y se lo hemos prohibido. Ante ello Jesús indica que a nadie que hace el bien, sea o no de los nuestros, se le puede prohibir hacerlo. Lo que importa siempre es que, con ello, se anuncie el Reino de Dios.
Este hecho nos habla de algo fundamental: de la fraternidad evangélica. Esta va más allá de grupos e ideología. No es preciso ser del grupo de Jesús o tener autoridad para hablar de Él. Lo que cuenta, siempre, no es quién habla; lo que importa es que con sus palabras o sus hechos anuncie el Reino de Dios, anuncie a Jesucristo. Jesús invita a ser tolerantes que no es otra cosa que aceptar al diferente, valorar su condición de hijo de Dios y anunciar, desde la aceptación del otro, la verdad de Jesucristo.
Hoy es un buen día para reflexionar sobre el dolor o el sufrimiento en nuestra vida. ¿Cómo lo vivo? ¿Qué me ayuda a ser fiel a Dios en esos momentos y a no perder la confianza en Él?
Recordando el evangelio podemos preguntarnos: ¿Cuándo vivo la humildad? ¿Qué nivel de tolerancia hay en mi vida respecto de aquellos con los que vivo?