En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!
¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre!
¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas».
En el Evangelio nos encontramos con la lectura continuada del capítulo sexto, que nos presenta el discurso inaugural de las Bienaventuranzas. San Lucas nos habla de cuatro e insiste en el anuncio de un cambio total de las situaciones y refuerza la oposición entre bienaventuranza y malaventuranza. El mensaje de Lucas es claramente más social que el de Mateo y la forma de este discurso es más breve, sin embargo, el texto está completamente en la línea de todo su Evangelio. Su interpretación de las bienaventuranzas invita a todos los hombres a transformar las estructuras de la sociedad para que haya menos gente desfavorecida. Llama dichosos, a los que en situaciones reales, son pobres, lloran, tienen hambre, son despreciados, y asegurando que de ellos es el reino de Dios, que reirán y serán saciados, marca una antítesis entre el presente y el futuro. Las bienaventuranzas de Jesús son un mensaje decisivo, que nos empuja a no depositar nuestra confianza en las cosas materiales y pasajeras, incapaces de darnos esperanza. Él nos invita al gozo, y lo expresa exteriormente diciendo "alegraos ese día y saltad de gozo". Termina este pasaje con cuatro maldiciones que corresponden exactamente a las bendiciones precedentes. Dice el Papa Francisco que "Jesús con su palabra paradójica nos sacude y nos hace reconocer lo que realmente nos enriquece, nos satisface, nos da alegría y dignidad". Pidamos al Señor, con un fuerte deseo, que nuestra vida sea dichosa porque lo seguimos a Él, que es fuente de la verdad, de la vida y de la alegría auténtica, e inclinando nuestros oídos, escuchemos su mensaje. |