En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, y caminaban con él sus discípulos y mucho gentío.
Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo:
«No llores».
Y acercándose al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo:
«¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!».
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios, diciendo:
«Un gran Profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo.»
Este hecho se divulgó por toda Judea y por toda la comarca circundante.
La escena del evangelio presenta a Jesús como "dador de vida". A Jesús le "da lástima" el dolor de una viuda que ha perdido a su hijo único. Jesús se hace sensible a su dolor y lo que era una comitiva de muerte se convierte en una fiesta de vida. Jesús es una palabra de vida que va más allá de la muerte; le habla al muerto: muchacho a ti te lo digo levántate. El término “levantarse” no es solo ponerse de pie, también se refiere a volver a la vida. El evangelio lo usará incluso para hablar de la resurrección misma de Jesús. Es bueno escuchar en medio de nuestros sufrimientos esta palabra de Jesús: levántate. Palabra que nos invita a tener una vida más plena, que nos invita a renovar y hacer nueva la vida. Jesús nos anima también a salir del llanto y la tristeza, salir de una cultura de muerte. Que nadie tenga que llorar. Ojalá los seguidores de Jesús repitamos siempre sus palabras de misericordia y vida: “No llores, levántate”. Seguir el gesto de Jesús significa suscitar vida: tener piedad de los que sufren y ofrecerles nuestra ayuda; allí donde la enfermedad, el sufrimiento y la muerte parecen ser definitivas, hacer posible la esperanza de vida nueva. Es la tarea de los seguidores de Jesús, apostar por una cultura del encuentro que sabe ver al que sufre, acercarse a él, tocar el sufrimiento, llevar una palabra de vida. Pero nada de esto se realiza sin la fe en el Dios de la vida, sin fe en la palabra de Jesús que es Palabra que da Vida. |