24/3/21

EVANGELIO JUEVES 25-03-2021 LUCAS 1, 26-38

                                     

      A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.

El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y la dejó el ángel.

Palabra del Señor

REFLEXION:

 

María recibe la noticia más importante de toda la historia de la humanidad. La noticia de que Dios, por amor, va a enviar hasta nosotros, a nuestra tierra, a su Hijo Jesús. Quiere que llegue a  modo humano, concebido en el seno de una mujer y por obra del Espíritu Santo. Y Dios elige a María para ser la madre de Jesús. En un primer momento, como no podía ser menos, María se llenó de un gran asombro, de un asombro positivo. Dios le pedía, ni más ni menos, que ser la madre de su Hijo. María, ante las explicaciones del ángel Gabriel, aceptó la oferta de Dios. “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

Durante nueve meses tuvo la ilusión de dejar nacer en su seno a su propio hijo, al hijo de Dios. Durante el resto de la vida de su Hijo, siempre, como buena madre, le llevó en su corazón. Cuando Jesús fue presentado en el Templo, les recibió Simeón y dijo a María, su madre: “Está puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel y para signo de contradicción; una espada atravesará tu alma, para que se descubran los pensamientos de muchos corazones”. Cuando Jesús empezó su vida pública, a predicar su buena noticia del reino de Dios, se cumplieron las palabras de Simeón. Ciertamente una espada atravesó el alma de María, al ver que su Hijo era signo de contradicción, al ver que algunos le rechazaban y que su rechazo fue tan fuerte que le clavaron en la cruz. Cran dolor para María. Pero María siempre disfrutó del cariño, del amor de su Hijo, a la vez que Hijo de Dios. Su corazón se ensanchaba cuando veía que también mucha gente aceptaba a su Hijo, le escuchaba, le seguía… y le reconocían como su Salvador.

María, también nuestra madre, da un paso en favor nuestro. Nos ofrece que también nosotros, como ella, dejemos nacer en nuestros corazones a Jesús. Porque Jesús ha venido hasta nosotros para eso, para adentrarse y adueñarse de nuestro corazón, por lo que podemos decir con san Pablo: “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”.  

En este día especial, alegrémonos con María porque el Señor ha hecho maravillas en ella, la ha hecho Madre de su Hijo. Y demos gracias a Dios porque Jesús, el Hijo de Dios, también quiere nacer en nuestros corazones. Nadie mejor que él que sea el Dueño de nuestro corazón.

FRAY MANUEL SANTOS SANCHEZ O.P.