2/10/23

EVANGELIO MARTES 03-10-2023 SAN LUCAS 9, 51-56 XXVI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tornó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él.

De camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.

Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron:
«Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?».

Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea.

                              Es palabra de Dios

REFLEXION

Jesús ha venido a hacer la voluntad del Padre (Jn 6,38; Hb 10,7) y esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día (Jn 6,39).  Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tm 2,4) y Jesús está dispuesto a dar su vida por ello, de ahí que, como se completaron los días, o dicho al modo de San Juan: como iba llegando su hora, la de ser glorificado con su pasión, muerte y resurrección, asume esa voluntad con determinación y decididamente sube a Jerusalén para culminar su obra.

Esta determinación es algo que a los discípulos les supera y no logran entender, de ahí sus reacciones cada vez que Jesús les habla de lo que tiene que suceder. Y no podemos extrañarnos porque a nosotros nos pasaría y nos pasa igual. Seguir a Cristo cuando todo es fácil, cuando todos nos aplauden, nos acogen… eso es bien sencillo. El problema es cuando Jesús nos dice: El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque quién quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará (Mt 16, 24-26). El problema es cuando, seguir a Jesús, supone dar la vida como la dio Él por nosotros, sin escatimar esfuerzo.

Hay un texto adicional, que no aparece en el evangelio pero que es clave para entenderlo: “No sabéis de que espíritus sois. Porque el Hijo del Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos”. Este añadido es muy significativo en este texto, primero porque nos muestra que la salvación es para todos, sin excepción. Y segundo, porque nos recuerda que hemos sido bautizados en el Espíritu; Espíritu de consejo y fortaleza, de ciencia y temor del Señor. Un Espíritu que no juzga por apariencias, ni sentencia de oídas (Is 11, 2-10). El Amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado (Rm 5,5). No podemos olvidarnos de esto. Por eso, vivamos en el amor, como Cristo nos amó y se entregó por nosotros.

Oración

Padre Santo, gracias por tu amor y tu misericordia. Gracias por hacerme partícipe de tu Espíritu. Ayúdame a ser consciente de que soy tu hija amada, tu hijo amado, y que eso me hace hermana y hermano de todos los hombres sin excepción. Hazme obediente a tu plan de salvación. Dame esa “determinada determinación” para vivir según tu voluntad, como vivió tu Hijo, el Amado, sin miedo a la muerte.

Sor Mª Montserrat Román Sánchez, OP
Monasterio Santa María la Real, Bormujos, Sevilla