13/1/24

LECTURAS DEL DOMINGO 14 DE ENERO SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Primera Lectura

Lectura del primer libro de Samuel 3, 3b-10. 19

En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde se encontraba el Arca de Dios. Entonces el Señor llamó a Samuel. Este respondió:
«Aquí estoy».
Corrió adonde estaba Elí y dijo:
«Aquí estoy, porque me has llamado».
Respondió:
«No te he llamado. Vuelve a acostarte».
Fue y se acostó.
El Señor volvió a llamar a Samuel.
Se levantó Samuel, fue adonde estaba Elí y dijo:
«Aquí estoy, porque me has llamado».
Respondió:
«No te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte».
Samuel no conocía aún al Señor, ni se le había manifestado todavía la palabra del Señor.
El Señor llamó a Samuel, por tercera vez. Se levantó, fue adonde estaba Elí y dijo:
«Aquí estoy, porque me has llamado».
Comprendió entonces Elí que era el Señor el que llamaba al joven. Y dijo a Samuel:
«Ve a acostarte. Y si te llama de nuevo, di: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”».
Samuel fue a acostarse en su sitio.
El Señor se presentó y llamó como las veces anteriores:
«Samuel, Samuel».
Respondió Samuel:
«Habla, que tu siervo escucha».
Samuel creció. El Señor estaba con él, y no dejó que se frustrara ninguna de sus palabras.

                                      Es palabra de Dios

Salmo

Sal 39, 2 y 4ab. 1. 8-9. 10 R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito.
Me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios. R/.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios;
entonces yo digo: «Aquí estoy». R/.

«-Como está escrito en mi libro-
para hacer tu voluntad.
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas». R/.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes. R/.



Segunda Lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 6, 13c-15a. 17-20

Hermanos:
El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo. Y Dios resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros con su poder.
¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él.
Huid de la inmoralidad. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca contra su propio cuerpo. ¿Acaso no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que habita en vosotros y habéis recibido de Dios?
Y no os pertenecéis, pues habéis sido comprados a buen precio. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!

                        Es palabra de Dios

REFLEXION

  • Iª Lectura: 1º Samuel (3,3-9.19): Habla Señor, que tu siervo escucha

 La lectura de Samuel nos relata la vocación profética de Samuel, el niño que la madre consagró a Yahvé como prenda por haberle concedido el don e la maternidad. Pero no basta, para ser un profeta u hombre de Dios, que nuestros padres nos destinen a ello. Hace falta una “llamada”, la vocación, y la respuesta más personal a la palabra de Dios. Samuel, que sería un profeta que habría de conducir al pueblo hasta la llegada de David, vivía con el sacerdote Elí en el santuario donde estaba depositada el arca de la Alianza. Los hijos de Elí, por el contrario, no seguirían los pasos de su padre, no heredarían su carisma; al contrario, sería Samuel el llamado por Dios para ser su profeta; porque el profetismo no se hereda, ni es una institución que se aprenda, sino que hay de descubrirla.

 La vocación de Samuel se describe con rasgos propios de las leyendas antiguas, en las que se oye la voz de Dios. En el silencio, en la noche. Es una experiencia fascinante que no le deja dormir al muchacho. Estima que es Elí quien le llama, y es éste quien se da cuenta que es Yahvé quien está por medio en todo este asunto. Y así el maestro le enseña a decir a discípulo, no como un rito, sino como el don de la propia vida: «habla, Señor, que tu siervo escucha». Escuchar la voz de Dios en la vida personal es un verdadero reto, que no todos saben afrontar. Elí, el viejo sacerdote-profeta, tiene experiencia de Dios y se la comunica a alguien que está en disposición de ello; lo contrario de lo que sucede con sus hijos. No es lo mismo vivir con “vocación” que sin ella. Esta vocación se descubre de muchas formas y de muchas maneras: unas veces buscando y otras sin que sepamos por qué. Es evidente que estamos hablando en el contexto de una experiencia religiosa extraordinaria, lo que es respetable. Debemos ser capaces de ver a Dios, de escucharle si queremos, en las realidades de nuestra vida personal y de los que nos rodean. No habrá vocación, sin embargo, si no estamos dispuestos a escuchar a Dios.

  • IIª Lectura: 1 Corintios (6,13-15.17-20): El cuerpo revela nuestra interioridad

 La segunda lectura está tomada de 1ª Corintios, una carta muy compleja desde muchos puntos de vista. Y para comprender esta carta y este texto de hoy debemos conocer algunas cosas de aquella comunidad de la capital de Acaya, en la que Pablo se empeñó a muerte en su misión de apóstol y en ofrecer una identidad verdaderamente cristiana a esta comunidad. Se trata de un texto que debemos saber contextualizar y conocer por qué lo escribe San Pablo. Corinto era una ciudad famosa por su santuario a Afrodita, la diosa del amor, al que acudían gentes que llegaban a la ciudad doblemente portuaria desde las regiones lejanas y limítrofes. El hecho de la prostitución sagrada era una perversión del amor y de la sexualidad humana según san Pablo. Precisamente por ello el apóstol hace una teología del «cuerpo» humano, que no es la carne y la sangre, aquello que nos llevará a la muerte; sino de lo más interior a nosotros mismos, que es lo que no podemos entregar a la irracionalidad. La “antropología” bíblica que subyace en esta concepción del cuerpo del texto paulino es manifiesta: no es dicotómica, dualista, sino es una realidad única: interior-exterior, alma-cuerpo.

 Esto, probablemente, lo escribe Pablo, porque algunos convertidos al cristianismo no veían inconveniente en participar en esos ritos sagrados de la sexualidad, y por ello afronta la cuestión desde la clave más profunda de la fe cristiana: la resurrección de los cuerpos, que volverá a afrontar en el c.15 de esta misma carta. La sexualidad forma parte de nuestro ser; si la entregamos al comercio y a lo irracional, pierde todo el valor positivo que el Creador ha puesto en ella; la reducimos a la animalidad. Pero ni lo irracional, ni lo animal están llamados a la resurrección. El cuerpo no es simplemente lo exterior, lo que se ve, lo que se gasta: el cuerpo lleva en su seno el misterio de la persona, de la interioridad, de la misma libertad. Por eso si entregamos nuestro cuerpo a cualquiera o a cualquier cosa, eso es una idolatría. Es decir, estaremos sometidos a los ídolos, que no son más que irracionalidad y ceguera. La actualidad de este tema hoy, sabemos que se puede cifrar en entregar nuestro cuerpo, nuestra persona, nuestra mente y nuestra voluntad a la droga o al dinero. También aquí, con esta simbología del “cuerpo”, se sugiere la verdadera dignidad de nuestra vocación humana y cristiana.

Fray Miguel de Burgos Núñez(1944-2019)