8/2/24

EVANGELIO VIERNES 09-02-2024 SAN MARCOS 7, 31-37 V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 





En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.

Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua.

Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo:
«Effetá» (esto es: «ábrete»).

Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente.

Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.

Y en el colmo del asombro decían:
«Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

                           Es palabra del Señor

REFLEXION

Igual que el manto rasgado que nos narra la primera lectura, el evangelio de Marcos nos presenta hoy a una persona incapaz de escuchar ni comunicarse verbalmente. Parece una situación irreversible, que condena al aislamiento a este hombre, a una vida marginada, sin esperanza. Pero las gentes de aquel lugar sí que esperan un milagro, y lo llevan ante Jesús para que “le imponga las manos”, le cure.

Dios, en el libro de los Reyes, dice de Salomón: “Sus hechos no han sido buenos a mis ojos” (I Re 11,33b). Sin embargo, los que presencian, en el texto evangélico, el gesto sanador de Jesús al devolver a este hombre su capacidad de oír y hablar, dicen asombrados: “Todo lo hace bien”. El contraste es evidente. Y ahí también radica la insistencia de Jesús en mandar que guardaran silencio sobre lo que había sucedido.

Jesús no es el mesías victorioso que esperan los judíos. Es un mesías que ha de pasar por el fracaso más rotundo, que transita por el camino de la humildad y el servicio, que habla de amor, y hace gestos que sanan e integran a aquellos que sufren y viven marginados. No es el esplendor del rey Salomón, sino un “rey” diferente de forma radical.

A nosotros también nos cuesta mucho comprenderlo y aceptarlo así. Permanecemos sordos al mensaje del Evangelio y mudos, incapaces de anunciarlo y ser testigos del Reino de Dios. Porque no es tan sencillo ni evidente que estemos dispuestos a asumir lo que ello implica en nuestra vida, en los grupos, comunidades o instituciones de Iglesia. Nos gusta el triunfo y la comodidad. Pero la palabra sanadora de Jesús, “effetá”, sigue resonando y penetrando muros, puertas cerradas, vidas aisladas y condenadas al ostracismo, corazones de piedra y cabezas duras. Los oídos se abren y las palabras de vida brotan de nosotros.

Es posible lo nuevo ¡por supuesto! Siempre es posible, porque la vida vence la muerte, el bien sana, y el amor crea y recrea una humanidad nueva. Seguro que son muchas las veces que no podemos dejar de decir asombrados: “todo lo hace bien”. Y con Él, es posible hacer las cosas bien, es posible hacer el bien, es posible ser buenas personas y comprometernos, con fidelidad e integridad, con aquellos y aquello que nos han confiado.

Hna. Águeda Mariño Rico O.P.
Congregación de Santo Domingo